La gimnasia ha sido un gran soporte para Carlos Alberto Montoya en la búsqueda de su felicidad. Primero como deportista de alto vuelo y ahora en calidad de entrenador, cazatalentos y juez. "Si yo no tuviera este trabajo no sé qué estaría haciendo, siento que he disfrutado mucho el tiempo que he vivido acá", relata este hombre de 51 años, trigueño y de baja estatura.
Desde 1980 -tuvo un receso de cinco años por razones ajenas a su voluntad- su figura se volvió parte del paisaje del gimnasio de la Liga de Antioquia, al que todos los días llega a ofrecer sus conocimientos a los chicos que se enrutan hacia el alto rendimiento.
Uno de esos privilegiados alumnos fue Jorge Hugo Giraldo, al que guió hasta los 14 años y sacó campeón panamericano infantil en Brasil, en la primera medalla de oro que alcanzó el país en este certamen. "Mi tarea es ayudar a la formación personal y deportiva de los gimnastas y lo más gratificante es verlos triunfar y sentirme parte del éxito de ellos".
Su labor, dice, es dura y un poco desagradecida. Sin embargo, la hace con amor y convicción, de ahí que cada entrenamiento se convierta en una lección de disciplina y seriedad para sus dirigidos.
Allí pone a prueba su pedagogía y los conocimientos de Educación Física, carrera que cursa en la actualidad y que le ganó a los estudios que hizo de delineante de arquitectura.
Casado con la educadora Luz Marina Castaño y padre de dos hijos que también probaron las mieles de la gimnasia, Carlos Alberto sigue firme en el trabajo que ama, pulido talentos para el país.
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