Se encontraron hace pocos días en Caracas dos pobres viejecitas para lamentarse, como en el poema de Rafael Pombo, de lo maltratados que han sido en la vida.
Ernesto Samper llegó enfundado en un traje color gris elefante a visitar al presidente Hugo Chávez que lo esperaba para una reunión, la cual no supimos quién solicitó: el venezolano la atribuyó a Samper y dijo que aceptó porque el ex presidente "es una de las voces de Colombia que Venezuela debe oír".
Samper, por su parte, señaló que "Chávez me invitó a hablar sobre las relaciones bilaterales". Tan presente tienen ambos que no son para nada personajes modelo, que tienen que pasarle al otro la iniciativa de la invitación.
Para autolamentarse más y lograr compasión hacia su visitante, Chávez gritó a los cuatro vientos que Samper fue víctima de lo que ellos llaman el "imperio yanqui". Dijo que "le hicieron la guerra, le sembraron droga en el avión presidencial (...) porque no entregó la soberanía de Colombia". ¿No la entregó?, yo recuerdo haber escuchado con mucha claridad unos casetes donde se decía lo contrario.
Recuerdo además haber visto cómo logró que la plenaria de la Cámara de Representantes de entonces, al filo de la media noche (cuando se hacen las cosas turbias) lo absolviera y lo mantuviera en el poder hasta el "último minuto, del último día, del último año", como el mismo ex presidente se jactaba en decir.
Tras la visita de Samper llegaron los de Colombianos y Colombianas por la Paz y la cúpula del Polo Democrático, pretendiendo privatizar el manejo de las relaciones exteriores de nuestro país al creerse cada uno canciller.
En un hecho absolutamente bochornoso en medio de estas reuniones, Piedad Córdoba pidió el regreso del embajador venezolano a Bogotá y cuando le dieron la orden al diplomático de volver, se hizo la felizmente sorprendida como si el acto en el que Chávez la premiaba, no hubiera sido acordado con anterioridad. Todo esto transmitido obviamente por Telesur.
Lo más triste de todo este episodio, que no pasaría de ser anecdótico por lo folclórico de los dos protagonistas, es que parece que a algunos en Colombia se les borró de la memoria el lugar en el mundo que ocupó nuestro país en el gobierno de Ernesto Samper; y que además del daño que hizo, ahora pretende justificar la bravuconería de su anfitrión en Caracas al decir que el presidente venezolano "se sintió maltratado" porque no le avisaron con anticipación del convenio con los Estados Unidos.
Así se compadecen el uno al otro. Dios los cría y ellos se juntan.
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