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Colombia: una economía bien organizada (II)

28 de enero de 2009
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La siguiente es la segunda entrega de la columna, Colombia: una economía bien organizada, escrita por el consultor y ex ministro de Economía argentino, Domingo Cavallo.

Esta inmersión en los principales ámbitos académicos y de investigación de Bogotá me permitió entender el muy elevado nivel profesional que encontré tanto en el Banco de la República como en el Ministerio de Hacienda.

En el Banco de la República, institución en la que también pude compartir tanto un intercambio de ideas con sus profesionales como con sus directivos, organizado por José Darío Uribe, el Gerente General de esa prestigiosa institución, encontré el sentido de misión por mantener baja la inflación que explica el éxito de Colombia en esta materia.

La institución defiende con convicción su independencia y no se amilana frente a una crítica del mismísimo Presidente Álvaro Uribe, que a pesar de todo su prestigio y popularidad, sabe que puede opinar pero no obligar al Banco de la República ha hacer algo diferente a lo que le dicta el sentido de responsabilidad y la sólida profesionalidad de sus dirigentes.

Cuando visité al ministro de Hacienda Oscar Iván Zuluaga, que me recibió acompañado por dos de sus colaboradores, ambos del mismo alto nivel profesional que ya había detectado en la Universidad de los Andes, Fedesarrollo y el Banco de la República, advertí cómo el Ministro y sus funcionarios tienen en mente todos los aspectos de la política fiscal, a un nivel de detalle asombroso. Yo, al principio de la reunión, seguí insistiendo sobre una opinión que había dado en las instituciones anteriores, a pesar de que había notado cierta prevención de quienes habían escuchado mi argumento: Colombia debería aprovechar su buen crédito para aplicar políticas fiscales compensatorias de la caída de demanda externa que está provocando la crisis financiera global.

Enseguida detecté que el Ministerio de Hacienda comparte el mismo temor a los déficits fiscales de los profesionales de las otras instituciones, aunque sean provocados por impactos recesivos que llegan del exterior.

Dejé de insistir sobre mis prescripciones expansivas por temor a estar contribuyendo a minar lo que seguramente ha sido una de las razones fundamentales del éxito económico colombiano: su prudencia fiscal, más cercana al conservadorismo que al expansionismo crónico de la Argentina.

Finalmente llegué a la conclusión que la opinión que le había escuchado en la reunión de Fedesarrollo a Roberto Junguito tenía más que ver con su mentalidad colombiana que con sus estudios en la Universidad de Chicago.

La buena impresión que me causaron las personas que conocí y con las que intercambié ideas y opiniones en estas cuatro instituciones, sólo empalidece frente a la impresión inmejorable que me causó el ambiente empresarial y cultural que encontré tanto en Bogotá como en Medellín. A ello me voy a referir en mi próxima nota.

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