Casi le da un beso. Los ojos cerrados, las narices punta con punta, las manos en los cachetes y la boca... a la boca le quedan milímetros para que la de él quede más roja y la de ella menos, por el labial.
En ese momento la música no se escucha. El casi beso lo detiene todo, por milésimas de segundo. Después viene el baile, los pies que se cruzan, los pies que se encaraman, las manos que se estiran, las manos que abrazan. Y el sombrero de él permanece intacto, mientras suena el tango.
Tango que va a escuchar toda esta semana, en todos los lugares donde es tradición en Medellín el resto del año.
El Festival de Tango le pone ritmo a los pies de diferentes maneras: tango con el canto, tango con el baile, tango tradicional, tango contemporáneo.
"Este año tenemos la inclusión de todas las propuestas. En realidad todas tenían un buen nivel. Hay algunas que tienen más sentimiento, gente que día a día vive el tango y que vale rescatar ese sentimiento", dice Julio Sierra , director del festival.
Así que la participación local es más que incluyente: lo que quieren es darle valor a ese sentimiento que está, desde hace tanto, incrustado en la ciudad. Y como hay para todos los gustos, la propuesta es amplia: hay concurso de canto, con participantes locales e internacionales. También concurso de baile. Hay orquestas y todas las posibilidades para ir a escuchar y a ver a un hombre y a una mujer, o varios, entrelazarse entre las notas. No faltan las conferencias y las clases maestras.
"Tratamos de abarcar varios frentes porque sabemos que en Medellín hay gente muy tradicionalista, pero también personas a las que les gusta lo contemporáneo", añade el director.
Y los escenarios también van por esa línea de abarcar mucho y a muchos: pasan por El Parque de los Deseos, La Plaza Gardel, Manrique, El Parque Pies Descalzos, el Teatro Lido, la Casa Gardeliana, el Patio del Tango y los parques bibliotecas.
A disfrutar
En el siglo XIX, en la isla El Hierro (de las islas Canarias) y en otros lugares de América, la palabra tango significaba "reunión de negros para bailar al son del tambor".
Quizá ahora puede ser más amplia: una reunión de personas para bailar ese son. El del tambor, los tacones, la emoción. El de la afición pura.
Y eso es precisamente lo que se quiere con el festival. Llevarlo a todos los lugares y contagiar a los que les gusta y a los que no. También hacer un homenaje. De Gardel a Piazzolla es la idea. Aprovechan los 20 años del fallecimiento de Piazzolla y, comenta Julio, "a Medellín la siguen reconociendo por ser la ciudad donde murió Gardel".
El sueño es mucho más amplio. "El festival ha cobrado importancia y hay que empezar a verlo como un evento con proyección internacional", señala María del Rosario Escobar, la secretaria de Cultura. La idea es simple: que Medellín sea la segunda capital tanguera. El evento "ya es reconocido en muchas partes y hay músicos que nos han contado su interés en participar", añade él.
Pico y Placa Medellín
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