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¿Con quién negociamos?

  • Ilustración Natalia Gómez
    Ilustración Natalia Gómez
13 de noviembre de 2013
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La revelación de un plan de las Farc para asesinar al expresidente más popular de la historia del país, Álvaro Uribe; a quien fuera su vicepresidente, Francisco Santos, y al fiscal General, Eduardo Montealegre, nos demuestra que las Farc mantienen más activa que nunca su combinación de las formas de lucha: en la mesa de Cuba hablan de paz, y en cualquier agujero de manigua siguen planeando atacar al Estado colombiano.

Si al atentado fallido contra la vida de estas tres personalidades (tres magnicidios) agregamos que las Farc pretendían secuestrar a varios congresistas, estamos a las puertas de un plan desestabilizador de un cálculo político demoledor. Al decir del sabio chino de la guerra Sun Tzu, la guerrilla habría asestado “un golpe de gracia al enemigo”, sin tener que acudir a destrucciones de poder militar puro ni a matanzas de combatientes enemigos ni civiles.

La primera reflexión que plantean los atentados descubiertos por la inteligencia militar, y revelados por el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, es sobre las calidades del interlocutor que está sentado a la mesa en La Habana. Aunque las Farc quisieran validar un acto de tal magnitud, basadas en que se negocia en medio del conflicto, se descubre aquí su ambición de desestabilizar el establecimiento y buscar, hasta último momento, la erosión y muerte del Estado colombiano, del cual Álvaro Uribe es un carísimo símbolo reciente.

De comprobarse totalmente esta urdimbre de terrorismo selectivo de las Farc, también corroboramos la doble faz y el doble discurso de un contrario más interesado en dañar y guerrear que en recomponer y dialogar, en pro del perfeccionamiento de nuestra democracia.

Elegir figuras de la oposición, del Gobierno, del Ejecutivo, del Judicial y del Legislativo refleja la intención de crear caos, contradicciones y desatar una polarización potencialmente capaz de poner en jaque el orden y la gobernabilidad. Estos ataques buscarían desatar odio y anarquía, una combinación ciertamente devastadora.

De inmediato, ayer, el jefe negociador del Gobierno, Humberto De la Calle, lo advirtió: “Un atentado de esa naturaleza destruiría la viabilidad del proceso. Precisamente si en La Habana hemos hablado de tolerancia, de garantías, de pluralismo, estamos hablando en serio. Las Farc deben brindar garantías de no agresión, ni de estigmatización”.

El segundo asunto va dirigido a examinar la cohesión, la unidad de mando y de propósitos dentro de esa guerrilla. ¿Este plan, atribuido a la columna móvil Teófilo Forero, es un asomo tempranero de las divisiones internas de las Farc? Aquí es donde el país reclama una explicación detallada de los jefes subversivos desde La Habana y no esa respuesta evasiva entregada ayer por alias “Andrés París”: “No tenemos declaraciones. Estamos esperando que se decante bien la información”.

Es de resaltar la responsabilidad recíproca con que han actuado el gobierno de Juan Manuel Santos y el expresidente Álvaro Uribe. El primero por hacer público su conocimiento del atentado y ofrecer garantías al líder, y el segundo por reaccionar con prudencia y agradecer la seguridad otorgada por las Fuerzas Armadas.

El martes en la noche se produjo un ataque de la Fuerza de Tarea Júpiter del Ejército contra alias “el Paisa”, jefe de la Teófilo Forero, que corroboró la información del plan para ejecutar magnicidios y secuestros de personalidades, lo cual solo debe concitar cohesión institucional y política (del Gobierno, la unidad nacional y la oposición) en torno a sortear estas amenazas contra la democracia.

Los planes denunciados, tan maquiavélicos, no pueden desmoralizar al país. Solo deben servir para mostrar qué caminos ir trazando para terminar el conflicto con las Farc.

Contraposición

Ojalá no se trate de un designio para ejercer la venganza criminal

Por José Obdulio Gaviria
Aspirante al Senado por el Uribe Centro Democrático

Juan Carlos Pinzón, ministro de Defensa, informó al presidente Uribe que el secretariado de las Farc ordenó su asesinato. Hasta ahí normal. Es de su naturaleza que una organización terrorista planee asesinar al jefe de la oposición y  que el ministro de una república democrática se preocupe y tome las medidas pertinentes.

Ahora bien: el régimen, solícito, recomienda al jefe de la oposición no moverse mucho, no “exponerse”. Parecería un consejo prudente. Lo que no encaja en mi caletre es esto: el jefe del secretariado de las Farc ha anunciado que a ellos les parece muy bien que Santos se reelija. Por su parte, Santos ha tildado a Uribe de “mano negra”, “buitre” y “guerrerista”. Por otra parte, en la carátula de la revista Semana que está en circulación se celebra un acuerdo alcanzado entre Santos y el secretariado. ¿En qué materia? Casualmente, en el tema de “participación política”.

Ahora el secretariado ordena a sus hombres que garanticen que el jefe de la oposición no participe en política, mediante el expediente más drástico y eficaz: ¡matándolo!

Y el ministro de Santos, el presidente que hoy comparte carátula en revista Semana con alias “Timochenko”, previene a Uribe de los peligros a los que está sometido por obra de “Timochenko”. Vaya, vaya. A cualquiera, el menos mal pensado, se le vienen a la cabeza de inmediato el “qui prodest” (¿a quién beneficia?) de los romanos y la fábula “El perro y el cocodrilo” de Samaniego, que recomienda “no seguir del enemigo el consejo”. Plugo a Dios que sea eso, solo eso: una amenaza para parar la avalancha y no un designio para ejercer la venganza criminal.

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