No entendemos muy bien la polémica que se ha desatado respecto al número de personas secuestradas en Colombia. Sería preferible que el debate se centrara en cómo combatir semejante ignominia y no tener ni un plagiado más en nuestro país, antes que entrabarnos en una discusión de quién tiene la razón en la forma de contabilizarlos.
Al hijo del cabo Libio José Martínez Estrada no tiene por qué interesarle esta discusión. Lo único que sabe el pequeño es que no ha podido conocer a su papá, quien se encontraba secuestrado por las Farc cuando él nació.
Es tal el desespero del menor que tan pronto supo de la prometida liberación del cabo Moncayo, dijo que se saldría del estudio y se iría a caminar a ver sí así "el corazón de piedra de las Farc se conmueve y me devuelven a mi papá".
No es justo ni humano tanto sufrimiento. Así sea el de una sola persona. Y menos el de un niño.
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