En 1989, el alcalde de Nueva York, Eduard Koch dijo que "había que bombardear a Medellín". Era la época del cartel y de las tres o cuatro bombas diarias. A los pocos días se realizó en Nueva York la reunión mundial de alcaldes.
Asistió el alcalde de Medellín, doctor Juan Gómez, y me cupo el honor de acompañarlo. En cita con el alcalde Koch, el doctor Juan Gómez, mostrándole fotos de Medellín, le dijo que cómo se le ocurría decir que había que bombardearla. Él expresó que no se podía dialogar, ni negociar con narcotraficantes.
No me aguanté y le recordé al alcalde Koch, que ellos, los gringos, habían negociado con Lucky Luciani "el capo de Tutti Capi" el desembarco de las tropas en Sicilia en la segunda Guerra Mundial y lo dejaron libre, deportado a Italia. Traigo esto a colación porque ellos sí negociaron... o dígalo si no el presunto acuerdo con Patiño Fómeque.
Colombia ha puesto los muertos: Magistrados, ministros, fiscales, candidatos presidenciales, periodistas, policías, soldados, personas del común, por cuenta de la aprobación y aplicación de la extradición. Pero los narcotraficantes, por dinero e información, logran "el sueño americano". Les dan nueva identidad, les llevan sus familias y viven en libertad una nueva vida en los Estados Unidos.
¿Entonces delinquir sí paga? Esta es mi primera protesta.
Quince pasajeros, procedentes de Medellín, el miércoles pasado perdieron en Bogotá su conexión internacional. Ellos protestaron contra la línea aérea, creyéndola culpable. Cientos de otros pasajeros han visto retrasados sus vuelos desde y hacia Medellín con perjuicio de sus citas, sus negocios o su descanso.
¿Cuánto le vale esto a la economía colombiana? ¿Cuánto le cuesta a las aerolíneas estos retrasos? ¿Quién responde? Muy bueno que haya eventos como la feria y la revista aeronáutica, pero no a costa de los derechos de los pasajeros.
Ayer llegué al aeropuerto y más de la mitad de los puentes de abordaje y casi toda la plataforma de parqueo están inutilizados porque sólo están al servicios de la feria y la revista. Esta es mi segunda protesta.
A hora viene mi duda. Aprendí del doctor Fernando Gómez Martínez que uno cuando opina como columnista solo se debe autocensurar si lo que dice, así sea cierto, le hace más mal a la comunidad.
Mientras he sido funcionario, he suspendido mi columna semanal en este diario, porque he considerado incompatible el ejercicio simultáneo de columnista de opinión con el desempeño de la función pública. Ahora, nombrado mi hermano ministro del Interior no sé qué hacer.
Él es mi amigo y nos consultamos muchas cosas de la vida. A pesar de su actividad, yo he mantenido la libertad para decir lo que creo y lo que pienso y a ustedes, los lectores, les consta.
No quiero tener el dilema cada ocho días de callar lo que pienso, o adornarlo, o "envolverlo en huevo" para no crearle problemas a mi hermano ministro. Y tampoco quiero ser un escritor sobre las flores, la naturaleza o el sexo de los ángeles, ausente de la realidad que nos golpea cada día.
Por ahora, y debido a mis vacaciones, solo el sábado 12 de julio les diré qué he decidido. No sobra que ustedes me ayuden a pensar.
Pero hoy me moría de las ganas de transmitirles mis dos protestas y una duda.
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