El Cantor amante de la vida, el enemigo de la violencia y de la injusticia, paradójicamente, como ha sucedido con otros grandes pacifistas, fue silenciado violenta e injustamente. Las balas de la estupidez y la ignorancia liquidaron el amor, el don y la inteligencia.
Silenciaron al trovador que con sus canciones y su afable poesía nos dio ejemplo de cómo se vive con amor y entrega, uno de esos seres que le agradecemos a Dios haberlo puesto en el mundo y habernos permitido disfrutarlo.
Silenciaron a Facundo Cabral, el poeta de la libertad, la muestra más clara de la diferencia que hay entre ser religioso y ser espiritual; el hombre que dijo no ser de aquí, ni ser de allá; ese cuyo color de identidad fue ser feliz y que a pesar de haber volado siempre muy bajo jamás consiguió pasar desapercibido.
El juglar de la paz fue víctima de unos sicarios que por unos cuantos pesos, al pretender segar la vida de un hombre, de paso, se llevaron la suya.
Lo silenciaron unos tontos, tontos de esos que sirven al lado más oscuro y mezquino del ser humano, tontos iguales a los que él contaba que su abuelo militar, tanto temía.
El violento pacifista, como se denominaba él, murió como mueren hoy miles y miles de personas en esta enferma y agobiada América Latina.
Murió por cuenta de la repugnante violencia que todos los días arrecia su marcha y nos reitera que en estas tierras, la vida no vale nada.
"Si ves a un hombre hacer algo bueno, ve e imítalo. Si ves a un hombre hacer algo malo, examínate a ti mismo", solía decir Cabral.
Los latinoamericanos tenemos que reflexionar y examinarnos seriamente porque hemos convertido la tierra más hermosa y rica del mundo en el lugar más inhóspito.
Facundo Cabral cayó en Guatemala, pero las balas asesinas no son de allá, esas balas pertenecen a la violencia que desde el norte de México hasta el sur de la Argentina nos tiene socavados.
El narcotráfico y el terrorismo que va ligado a este fenómeno, sumados a la violencia que se desprende de males endémicos como la corrupción, la pobreza, la ignorancia, etc., son los que nos tienen carcomidos y están desangrando a toda Latinoamérica.
Un hasta siempre para el emigrante de la tierra (visitó 159 países), para el aprendiz de vagabundo, para el poeta errante que con su gran sensibilidad, su pasión y su enorme sentido del humor, nos enseñó cantando que cuando se le gana a la vida no hay porqué temerle a la muerte.
Facundo Cabral permanecerá, quedó inscrito en el amor que puso en sus canciones, en su poesía y en amor que supo sembrar en tantos corazones: "el amor nunca se muere, sólo cambia de lugar".
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