Tristeza, repudio y un doloroso silencio vistieron ayer el vecindario de la que en los fines de semana solía ser la casa más bulliciosa y alegre de Ajizal Bajo, en Itagüí, porque sus dos moradores más pequeños, dos hermanitos de 9 y 11 años, fueron asesinados a garrotazos.
El episodio ocurrió un día antes, pero fue descubierto al final de la tarde del sábado, cuando los papás de los niños volvieron de sus trabajos y primero encontraron golpeado, con múltiples fracturas y maniatado con un cable, a un tío que quedó a su cuidado.
En Ajizal nadie entiende lo que pasó, porque la familia víctima no tiene problemas. “Aquí vivo hace 20 años, es gente de buen vivir que no se mete con nadie”, dice el vecino Darío Marulanda.
Isabel y Narly, dos jóvenes que viven en la casa contigua a la de los niños, cuentan que fue extraño que la mañana del sábado estuviera tan calmada, pues lo rutinario era que los niños se levantaran temprano a poner música “fuertecita”.
“Eran niños muy alegres, siempre escuchaban vallenato y cantaban juntos Mi primera cana, eso me daba curiosidad”, dice Isabel, quien no notó nada distinto al silencio inusual del sábado, hasta que muy entrada la tarde escuchó los gritos de Janeth, la madre: “¡mataron a mis niños!”.
Con voz entrecortada, Pedro León Echeverri, tío de los pequeños, cuenta que los menores fueron “violentados, maltratados y matados en las primeras horas”.
Lo supone porque el papá, quien trabaja en una charcutería, salió a las 5:30 de la mañana, y la madre, que labora en confecciones, partió a las 6:00, dejándolos al cuidado de un tío -hermano de la mamá- de 24 años de edad, quien también fue atacado por los asesinos.
La niña tenía 9 años de edad y el niño 11, y cumpliría los 12 años el próximo martes.
El sábado -añade- le dijeron al adulto que los organizara para que se fueran temprano al catecismo, a las 8:00 de la mañana, porque los preparaban para hacer la primera comunión el próximo mes de diciembre.
La peor sorpresa
Según Pedro León, los papás llegaron a las 4:00 de la tarde con unos regalos de amigo secreto para darles una sorpresa a los niños y “la sorpresa se la llevaron ellos encontrando al cuñado de mi hermano amarrado, cuando lo sueltan, pregunta por los niños, y cuando mi hermana va, estaban los dos muertos en la cama”.
Pedro cree que los niños no alcanzaron a levantarse porque estaban en piyama y, tal vez, los atacaron dormidos.
Como los vecinos, no encuentra explicación posible. La única -afirma- es que el tío diga qué pasó, porque ellos llevan casi 10 años viviendo en el sector y no han tenido problemas con nadie. “Todo mundo conocía a los niños, los querían y adoraban, eran los amiguitos de todos por acá. Problemas y amenazas nunca hubo”, comenta.
El único que sabe qué pasó es el tío -insiste- y no ha dicho nada porque tiene la cara y un pie fracturados y tres costillas rotas, lesiones por las que está hospitalizado, con la custodia de la Policía y el CTI de la Fiscalía.
La petición de Echeverri y la de su familia -recalca- es que se haga justicia y se conozca la verdad, porque la necesitan saber.
En la casa de los Echeverri, ni padres ni tíos ni abuelos pegan los ojos desde el sábado. “Creemos que esto es una mentira y que no pasó, pero es una realidad que se tiene que aceptar”, advierte Pedro León.
Y en Ajizal no ha sido menor la huella de dolor. “Hubiera visto las escenas tan impresionantes. Anoche no cabía la gente a pesar de que estaba lloviendo. Quién no sería el que no lloró, hasta los de la Policía y la Fiscalía. Es que matarlos de esa manera”, protesta el vecino Darío Marulanda.
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