A Rafael Infantino Abreu no le quedó más remedio que volver a Colombia, después de permanecer cinco años en el pedalismo de Italia.
Su sueño, como el de todo ciclista que piensa en grande, era estar en un cuadro del Pro Tour, pero solo pudo llegar hasta un elenco profesional: el Amica Chips.
Rafael, que iba precedido de su quinto puesto en el Campeonato Mundial sub23 de 2002 en la prueba ante el reloj, en Zolder, Bélgica, hizo el proceso, hasta cuando llegó la hora maluca. La falta de pagos del elenco, obligó a la Unión Ciclista Internacional a pedir cuentas.
"Me deben el contrato de este año. Así me vine de Italia. Por fortuna don Raúl Mesa y Une-Epm me tendieron la mano, para que no quedara parado", dijo el corredor que este viernes cumplirá 25 años, y quien el pasado fin de semana se impuso en la Clásica de Marinilla-Ramón Emilio Arcila.
Nacido en La Vega, República Dominicana, pero criado en la Ceja, Antioquia, tuvo una afortunada experiencia en el país de la bota, donde aprendió además de otro idioma a entrenar a fondo, a comer dentro y fuera de la carretera y a cuidarse al máximo.
"En Italia aprendí mucho del ciclismo y por fortuna regreso al país, encuentro equipo y tengo la oportunidad de ganar", resalta Rafael, quien aquí encontró buen nivel de competencia, a la vez que puede compartir con su esposa Leidy Buitrago, con quien se casó hace dos años.
Infantino, pese a las circunstancias por las que pasó, debido en parte a la recesión económica que también se vive en Europa, nunca decayó en su ánimo, con la esperanza de conseguir más en el ciclismo.
Vino, entrenó, corrió y ganó. Ahora busca un puesto para ir al Clásico RCN-Comcel, competencia en la que desea estar "porque yo soy de los que siempre va al ataque", confiesa el rutero que vive a tres cuadras del parque de La Ceja, donde está cerca de los suyos, especialmente de su padre Germán, quien también está feliz con el regreso del hijo pródigo.
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