Antes de que pudieran sacarlo a golpes del templo, el pastor Octavio Geimar Bedoya Jaramillo se aferró, con una furia que no se le conocía, a las rejas de la ventana.
Eran las 6:30 de la tarde del 22 de enero de 2003. A esa hora, unos ocho paramilitares del Bloque Cacique Nutibara de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) ya tenían rodeada la edificación y cortadas las líneas telefónicas.
Octavio, o "Tavito" -como lo llamaban sus feligreses evangélicos- no estaba solo.
Su esposa y sus seis hijos (con edades entre los 3 y los 14 años) fueron testigos de lo que, minutos más tarde, desembocaría en una escena de horror.
Allí estaba la familia en pleno, escondida en aquella casa puesta sobre una colinita del barrio Robledo Aures, de Medellín, la misma que servía de lugar de culto y residencia.
Según lo documentó la Fiscalía 20, de la Unidad de Justicia y Paz, a Octavio lo buscaban por haber supuestamente tomado fotografías de los integrantes del bloque.
En efecto, Octavio Geimar era fotógrafo aficionado. "En esa época los pastores no ganaban un sueldo, entonces él se rebuscaba la plata sacando copias de llaves, y tomando fotos en bautizos y fiestas de primera comunión", evoca, aún en el destierro, Martha Sánchez Clavijo, la esposa.
Doña Cecilia Orozco*, cuya vivienda se levanta a pocas cuadras de donde funcionaba la iglesia, recuerda que no pocas veces el pastor se opuso a que los paramilitares se llevaran a los muchachos para ajusticiarlos.
"A nosotros nos tocó ver muchas cosas horribles por acá. Sacaban a los pelaos de las casas y se los llevaban amarrados para matarlos. El pastor se paraba en la mitad y no lo permitía. Él nos decía que la vida era sagrada".
Los tratos "inhumanos y degradantes (artículo 146 del Código Penal Colombiano)" de los que fue víctima Octavio, antes de ser asesinado, fueron confesados, con detalles, por el ex comandante paramilitar Deivis Ferney Vela Bohórquez, alias "Saraviado" (hoy preso en la cárcel de Máxima Seguridad de Itagüí), en versión libre que rindió ante la Fiscalía, el 13 abril del año 2009.
El mismo "Saraviado", en compañía de alias "Andrés" (fallecido) y de alias "Cacao" (fallecido) fue quien, con un disparo, abrió la puerta del templo, ese día de enero.
Como Octavio no se despegaba de las rejas de la ventana, "el 'Saraviado' sacó un puñal y comenzó a chuzarlo en los dedos de las manos delante de su familia", según se lee en el expediente.
Uno de los hijos del pastor, con 3 añitos de nacido por esa época, se abrazó a las largas piernas de su papá, hombre lozano, de 33 años de edad y 2 metros de altura.
"Al bebé le pusieron un revólver en la cabeza para quitarlo de encima", relata un testigo de los hechos.
Lo que seguiría después marcó por varios años a los vecinos más próximos. "El pastor gritaba, le pedía a la gente que pasaba que lo ayudaran, que le dijeran a esos señores quién era él", cuenta una vecina que aún deja caer lágrimas mientras mira hacia lo que queda de la casa.
Pero nadie intervino. Quienes conocían a Octavio Geimar de toda la vida, se pasmaron, pasaron derecho ante la escena casi sin inmutarse.
"Luego se lo llevaron para un teléfono público, que queda arriba de la escuela. Ahí, delante de todo el mundo lo golpearon. Yo me escondí con los niños en la casa de una vecina", prosigue Martha.
Según la Fiscal del caso, este era uno de los métodos sistemáticos de los que se valían los hombres al mando de "Saraviado", para imprimir temor entre los vecinos del barrio: "Matar a sus víctimas delante de la población civil y con sevicia, dejar los cadáveres expuestos con letreros para que los vieran (...) La consigna era no dejar personas heridas. Así eso implicara rematarlos", declaró.
Pasado violento
Alias "Saraviado", nacido el 14 de mayo de 1982, siendo un adolescente fue vendedor de ropa interior en el convulso sector de "El Hueco", en el centro de Medellín.
Entre 1999 y 2001, este hombre se matriculó en el mundo delincuencial, como integrante de una banda que se dedicaba al fleteo y al robo de vehículos.
Pero fue a mediados de 2001, según su propio testimonio, que entró a las autodefensas por invitación de un amigo.
"Mensualmente me pagaban 300 mil pesos, me daban la comida y los implementos de aseo. Mi función era 'limpiar' la banda de "Frank" en el barrio París (de Bello) y prestar guardia desde una plancha", dijo.
Con "limpiar", interpreta la Fiscal, "Saraviado" se refiere a "exterminar" a todos aquellos que no estuvieran alienados con los paramilitares. De hecho, en la madrugada del 8 de julio de 2001, las calles del barrio París fueron escenario de la masacre de cuatro hombres a quienes relacionaban, justamente, con la banda de "Frank".
Quien impartía todas y cada una de las órdenes -dice "Saraviado"- era el "Negro" Elkin.
Al parecer se trata de Elkin de Jesús Loaiza Aguirre, a quien mataron en septiembre de 2008, en un local de repuestos de Barrio Triste. Según un comunicado emitido por el DAS, pocos días después, el "Negro" Elkin era el mismo al que la Policía señalaba de pertenecer a la "Oficina" de Envigado, bajo el mando Diego Fernando Murillo, alias "Berna", hoy extraditado.
Los últimos pasos del pastor
Sí. Al pastor Octavio Geimar lo retuvieron durante 15 minutos o más, al lado de un teléfono público, cerca de la escuela.
Estaba descalzo, en piyama, con las manos amarradas con cordones de zapatos.
En ese momento llegó un taxi, al que le ordenaron subir. Mientras el vehículo llegaba a la entrada del corregimiento de San Cristóbal, "Saraviado" y "Andrés" lo increpaban.
"Le mostramos las fotos que nos había tomado y se puso pálido, eso era porque llevaba el pecado encima", dijo "Saraviado" en versión libre.
Y era que Octavio Geimar sí tenía registros fotográficos de los paramilitares. Martha lo supo. "Mi esposo lo hizo porque se sentía impotente e indignado por todo lo que le tocaba ver. Él tomó la decisión de denunciarlos. Trató de tomar las precauciones y sabía lo que le podría llegar a pasar".
En un acto de valentía y arrojo, Octavio había tomado fotos de los lugares donde el Bloque Cacique Nutibara ajusticiaba a sus víctimas, material que puso a disposición de la Fiscalía.
Lo que hoy no se sabe es cómo esos registros, que estaban en poder de las autoridades, le fueron entregados al "Negro" Elkin, quien, de manera inminente, dio la orden de ejecutar al pastor.
"No es que estuviera mostrando ningún pecado. No. Es la sorpresa de un ciudadano que siente que no está gobernado por las fuerzas legítimamente constituidas por el Estado, sino por un grupo de delincuentes", dijo, en tono airado, la Fiscal.
Dentro del taxi, Octavio forcejeó con alias "Andrés", hasta que logró arrebatarle la pistola. Fue por eso, dice "Saraviado", que le disparó en el abdomen. Luego, pararon el vehículo, dejaron que Octavio corriera y ahí, en ese momento, le descargaron el proveedor.
Al día siguiente, después de las 6 de la mañana, alias "Cacao" llegó con noticias. "Tan descarado, nos dijo -vayan a recoger al pastor, que nosotros fuimos los que lo matamos, el cuerpo está por allá, en tal parte-", asegura un allegado de la familia.
Pero había otra sentencia: desocupar la casa que servía de centro de reuniones de la Comunidad Cristiana "Dios es amor", reconocida con personería jurídica con el nombre de "Asociación de evangelismo Vivo".
Es decir, que no bastaba con acabar con la vida de Octavio, el mentor y guía de la comunidad religiosa, el pastor que solía decir que quería vivir hasta los 120 años, sino que había que entregar el predio desde donde vertía palabras de Dios.
La vivienda fue ocupada por extraños. Según registros de la Oficina de Instrumentos Públicos, el inmueble ha sido vendido dos veces.
La semana pasada, la Fiscalía le solicitó a Olimpo Castaño Quintero, magistrado de Justicia y Paz, que decrete medidas cautelares, pues aún hoy la casa exhibe un letrero de "se vende".
Siete años después, doña Cecilia*, la vecina, dice que todavía no se atreve a mirar hacia el antiguo templo, en cuyo exterior se divisa un deslizadero derruido, donde Octavio jugaba con sus hijos.
Martha, desde su lado, dice que no se ha casado de nuevo, porque "su corazón le pertenece a Octavio". Para ella es una muerte que, bien vista, no fue en vano.
"Sirvió para que la comunidad abriera los ojos. Muchos veneraban a esos señores, hasta darles un aval de autoridad. Claro, porque hacían fiestas y eran los que le daban las pelas a los hijos cuando se portaban mal. Pero después de todo esto, ya se dieron cuenta de lo que eran capaces de hacer".
*Nombre cambiado.
Nota: La semana pasada, la Fiscalía le imputó cargos a alias "Saraviado" por 43 hechos delictivos (25 homicidios en persona protegida), incluyendo tratos inhumanos y degradantes contra niños. Su pena no será mayor a 8 años, por ser postulado de Justicia y Paz.
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