En 10 segundos el semáforo cambiará a verde. Al borde de la cebra, Sebas lo mira de reojo, trastabilla, saca del bolsillo el celular y ve que no lo han llamado.
Frente a La Alpujarra rugen los motores y retumban los pitos. Los motociclistas, todos adelante, aceleran.
A las 7:30 a.m. todo el mundo va de afán. Sebastián Gómez Gómez, a llevar documentos, paquetes, mensajes. A ganarse la vida sobre dos ruedas.
Tiene 24 años y lleva seis meses como mensajero independiente en Aburrá y el Oriente, con cambiantes rutas que cubre en su Honda 100, una de las 26.313 motos registradas en Medellín.
Aún siente zozobra cuando se mete de noche a barrios peligrosos. Y todo, por 20 o 30 mil pesos libres diarios.
Son 20 mil para los 2,3 galones de gasolina que necesita cada tres días para 350 kilómetros; 15 mil para cambiar aceite cada 1.500 kilómetros, y 150 mil para reparar el cloche. Además, un energúmeno le dañó las direccionales y un retrovisor, tras pisarle su vehículo dos veces con un carro.
Ahora que estamos en Girardot con La Playa, Sebas intenta voltear sin usar la direccional, y otro motociclista trata de adelantársenos por la derecha. Rozamos a los vecinos y tememos que la situación se complique.
Pero no. Sebastián voltea, le ofrece disculpas al otro con la mano y sigue. "Entre nosotros somos 'gavilleros' y solidarios", anota y recuerda que por la placita de Flórez, unas mujeres iban en carro, no pararon y chocaron contra un motero que subía. "Trataron de escaparse pero varios motociclistas les cerramos el paso".
William Gutiérrez, motociclista desde 2007, comenta que a su gremio lo afecta la agresividad de los conductores de carro. No obstante, en la calle estos expresan que los moteros son imprudentes.
Para Sebas, lo peor de su trabajo es que "uno chupa mucho esmog". Y lo que más disfruta, la libertad que siente en su vehículo.
Cuenta esto y entrega un paquete que recogió en Laureles. Prende la Honda de nuevo y vamos con un documento hacia Bello. En tiempo real, Pedro Sierra, @pedrosie, reclama atención sobre la autopista Norte, "porque no falta el accidente casi a diario".
Cae la tarde. Después de hacer fila una hora en un banco, Sebas espera a ver si le resulta algo más, pero se le descarga el celular. A las 7:40 p.m. acelera y busca Girardot, luego Niquitao y desemboca en la avenida El Poblado, donde confiesa que vive atento a las cámaras de fotomultas.
Cerca del Club Campestre señala una que está en un poste y sigue rumbo a su casa. "Las dos ruedas siempre me han acompañado, desde la cicla hasta la moto", confesó en el camino.
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