La tercera guerra entre Hamas e Israel, como las otras, no dejó más que sufrimientos, muertes, desastres y secuelas imborrables de una tragedia histórica con orígenes bíblicos.
Pese a las desgracias, de nuevo, ambos lados del conflicto, que duró 50 días han hablado para dar "partes de victoria".
La prensa internacional dice que, en un sentido, Israel consiguió lo que quería: Hamas dejó de lanzarle cohetes a cambio de promesas y futuras conversaciones. Pero el costo fue enorme: aparte de los 70 muertos -todos israelíes menos seis de los cuales eran soldados, la economía sufrió un revés, la temporada de turismo fracasó, la gente sufrió 50 días de tensión y su imagen internacional quedó golpeada por las imágenes de la devastación en Gaza.
Del lado palestino, el sufrimiento en muertos, heridos y desplazados por el poderío militar israelí, es infinitamente superior. En vidas humanas la cifra fue de 2.143 personas, entre las que se cuentan 500 niños.
El primer ministro Benjamin Netanyahu hoy enfrenta críticas de quienes intuyen que Hamas controló los sucesos y mantiene su dominio en Gaza, que arrebató por la fuerza a la Autoridad Palestina en 2007. Y le aguardan investigaciones internacionales por denuncias de crímenes de guerra.
Hamas "festeja" el éxito de haber sobrevivido al fuego israelí. Sus cohetes provocaron el abandono de poblaciones fronterizas israelíes y trastornaron el aeropuerto internacional de Tel Aviv. Débil hace unos meses, podría surgir fortalecido en la política, y la suerte de los gazatíes volvió al primer plano de las inquietudes del mundo.
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