Se cumplen tres años desde que el mundo presenció aquellas imágenes en las que una turba, de militares y civiles, le da una paliza a su derrocado dictador Mohamar Gadafi y de la que sale un espontáneo que le dispara en la cabeza.
Aquel gobernante que controló Libia con mano de hierro, que de la pobreza pasó a las extravagancias y la ostentación, se granjeó el odio de sus compatriotas y terminó perseguido y oculto.
Una revuelta terminó por ocupar Trípoli y desbancar a Gadafi, luego ubicado y muerto en Sirte. Un final a su manera: violento e implacable
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