El maltrato y el infanticidio han sido una constante histórica. En Colombia son prácticas cotidianas en muchos hogares y, en las selvas, silenciosas e invisibles. De ello fui testigo durante el tiempo en que estuve secuestrado por las Farc -entre los años 2000 y 2008-. Vi, hablé con ellos, supe de sus miedos, el de los niños de la guerra.
Me atormenta el recuerdo de uno de ellos, tenía 13 años y sus propios compañeros lo degollaron porque intentó huir, pues no soportaba más los tratos crueles. Le decían “Comidita” porque se comía el arroz y las lentejas crudos, debido al hambre que lo acosaba permanentemente. Esa particularidad también lo obligaba a transportar más carga, siendo esta una de las maneras que los comandantes guerrilleros usaban dizque para formarlo, así lo hacían con los otros niños y niñas guerrilleras. Lo más conmovedor de “Comidita” es que al final optaron por cargarlo únicamente con sal y aceite, para evitar que se comiera otras provisiones.
La historia demuestra que nuestras sociedades han sido perversamente implacables con los niños. En Esparta lanzaban desde el monte Taigeto a los pequeños débiles o con malformaciones. Platón ordenó asesinar niños flacos. En regiones de África la vida de los niños depende de ciertos líderes de las tribus. En China, la potencia mundial, han dejado un legado terrorífico: las matronas, aun en el siglo pasado, introducían a los niños en una ponchera de agua ardiendo, los arrojaban al río... En China era prohibido, hasta hace poco, tener más de un hijo. Los mongoles mataban a las niñas para que su alma reencarnara en un niño. Y para no ir más lejos, en Risaralda, Colombia, los indígenas Embera Chamí practicaban la mutilación genital de las pequeñas. Son prácticas que no han desaparecido del todo.
“Según los nativos, las mujeres de Papua-Nueva Guinea no tienen alma, por eso se mantienen apartadas de los varones, que sólo las requieren para procrear. El cerdo es animal sagrado y las mujeres tienen ¡hasta la obligación de amamantarlos! Cuando un hombre o un cerdo, de cualquier edad, muere, la culpa es de la mujer que no lo ha sabido cuidar bien y como castigo ha de perder una falange de los dedos de las manos, que salvajemente amputan con piedras afiladas”, cuenta la antropóloga María del Rosario Encinas Guzmán, en una extraordinaria investigación titulada Estudio antropológico del comportamiento ante la muerte: humanidad e inhumanidad. Encinas Guzmán advierte que hay niñas de diez años a las que solo les queda un muñón.
Crueles historias que no acabaríamos de contar contra los niños. Y aunque algunas prácticas se han superado, hoy persisten, como las que emplean las Farc. O como la compra y venta de embriones que son sometidos a todo tipo de experimentos, mutilaciones y torturas, para preparar medicinas cosméticas. Como señala Rosario Encinas Guzmán: “Los embriones no gritan, no hacen huelga y lo más importante, no votan”.
¿Cuándo irán a parar estas prácticas bárbaras contra los niños? ¿Hacia dónde va la humanidad con esta cruel inhumanidad? ¿Qué hacen los organismos mundiales con billones de dólares que se gastan en defender el derecho de los niños, a quienes solo les queda amamantar cerdos so pena de ver cortados los deditos de sus manos si no les dan de comer?.