Con el aumento de 4,5 por ciento en el salario mínimo para el próximo año, acordado por los representantes de los gremios y las centrales sindicales que hacen parte de la Comisión Permanente de Concertación de Políticas Laborales y Salariales, dicho salario será, en 2014, de 616.027 pesos.
Gracias a la baja inflación de los últimos meses y la que se proyecta para el año entrante- por debajo del 3 por ciento-, el aumento del mínimo impactará favorablemente el ingreso real de los trabajadores.
En Colombia el salario mínimo ha venido creciendo en términos reales. En particular, entre enero del año 2000 y finales de 2013 dicho salario se incrementó un 30 por ciento. Esto equivale a un crecimiento anual de 1,9 por ciento que es superior a la tasa a la cual crece la productividad media de la economía.
Por tanto, el acuerdo logrado ayer en el seno de la Comisión de Concertación es congruente con el comportamiento registrado durante las últimas décadas por el salario mínimo real.
Lo importante en esta ocasión es que el nuevo salario se consiguió gracias a un acuerdo entre las partes y que no fue necesario que el Gobierno lo fijara por decreto, como sí ocurrió el año pasado.
Aunque con la determinación del salario mínimo se afecta positivamente la situación de un número importante de trabajadores y empleados formales (aproximadamente un 32 por ciento de los ocupados totales), son más los trabajadores que reciben una remuneración por debajo del mínimo (50 por ciento).
Casi todos estos se encuentran en la informalidad y, por tanto, excluidos de la seguridad social. En otras palabras, trabajan en condiciones precarias.
Esto ha determinado que, no obstante las cifras recientes de una baja progresiva en la tasa de desempleo y un aumento en el empleo formal, el país continúa siendo la nación latinoamericana que presenta las mayores tasas de desempleo e informalidad.
Para hacer las cosas peores resulta que los grupos más pobres son precisamente los que reciben un ingreso por debajo del salario mínimo y se encuentran en la informalidad.
Ello, junto a los altos gravámenes que se le imponen a la creación de empleo, determina que las decisiones acerca del mínimo tengan implicaciones sobre la generación de empleo formal, la distribución del ingreso y la reducción de la pobreza.
Contrario a la percepción de muchos, esto hace que aumentos exagerados en el salario mínimo reduzcan las posibilidades de acceso a empleo formal por parte de los grupos más pobres y afecten negativamente sus ya precarios niveles de ingreso y bienestar.
Esto hace necesario que el manejo del salario mínimo vaya de la mano de los demás instrumentos de la política laboral.
En los últimos años diversos analistas han hecho propuestas tendientes a hacer una utilización más flexible del salario mínimo de tal manera que este apoye la generación de empleo, facilite la disminución de la informalidad y permita la reducción de la pobreza.
Entre las fórmulas presentadas están un salario mínimo diferencial por regiones o grupos de edad. También está la reducción de los gravámenes al empleo para salarios bajos.
En fin, en el abanico de posibilidades hay diversas salidas que, de ser adoptadas por el Gobierno, ayudarían a que la discusión del salario mínimo transcendiera más allá de una cifra y significara abrirles oportunidades de empleo formal y digno a un grupo importante de colombianos.
MÁS ALLÁ DE LA CIFRA, SE PRESERVÓ LA CONCERTACIÓN LABORAL
Por JULIO ROBERTO GÓMEZ
Presidente de la Confederación General del Trabajo (CGT)
Hubiera preferido un incremento superior a ese 4,5 por ciento, pero este es el fruto de la concertación, de propiciar un acuerdo con el sector empresarial y con el Gobierno, en momentos en que se tiene una inflación que es demasiado baja.
En Colombia el mínimo es un salario de sobrevivencia y en ese contexto el 4,5 por ciento es un acuerdo satisfactorio aunque nos hubiera gustado un porcentaje mayor.
Hay otros puntos que hacen parte del acuerdo que tienen que ver con el desarrollo de una política para la formalización salarial, en la reforma a la salud se va a introducir un artículo para que los pensionados no contribuyan con el 12 por ciento en salud, sino solo con el cuatro por ciento, por lo menos la gente que tiene dos salarios mínimos, y de ahí para adelante hasta el 6. Y hay un tema incluyente que es la defensa de la parafiscalidad en lo ateniente a las cajas de compensación, el Sena y Bienestar Familiar.
Más allá de la cifra de incremento, lo que tenemos que destacar como CGT es que si no fuera por la presencia de las centrales obreras, simplemente se hubiera hecho la voluntariedad del Gobierno que no siempre es la mejor.
En la mesa nunca se trató el tema de los salarios diferenciales, ni siquiera uno que hemos impulsado como el del salario mínimo diferencial para San Andrés, el único lugar que lo justifica, pero que debería ser por lo menos de 1.300.000 pesos, dados los costos en la Isla.