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Hay que sacar al diablo

  • Hay que sacar al diablo
09 de octubre de 2011
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Para quienes vivimos en Medellín es una desgracia que la campaña por la Alcaldía esté centrándose en una feroz contienda verbal calentada por el fuego cruzado de acusaciones difamatorias. Que la administración de justicia investigue y sancione a todos los culpables de acciones ilícitas. Pero que los dirigentes políticos y administrativos de la ciudad, llamados a dar ejemplo de sensatez y temperancia, no cometan la irresponsabilidad de atizar las múltiples confrontaciones urbanas, ya demasiado graves, cuando tienen el deber de crear opciones de solución pacíficas y eficaces.

He recibido la amistosa invitación del joven poeta Sergio Esteban Vélez a firmar con un grupo de escritores y artistas una carta de rechazo a la propaganda negra que está haciéndose contra uno de los candidatos. De modo cordial me abstengo de adherir a esa moción que suscriben los eminentes amigos del entorno cultural, porque prefiero mantener una posición de distancia crítica frente a todas las candidaturas, hasta el momento de poner en la urna mi voto, que es secreto. Pero sobre todo porque la estrategia incivil de la confrontación descalificatoria debe proscribirse en todos los casos y para todos los aspirantes a ser elegidos. No entiendo por qué hasta ahora no han firmado un pacto de no agresión que, al tiempo, los comprometa con un gran proyecto de ciudad, sea quien fuere el ganador.

En el foro sobre elecciones realizado hace cuatro días por la Facultad de Ciencias Política de la UPB y Pastoral Profesional, del cual fui moderador, volví a escucharle al profesor José Olimpo Suárez, Director de la Maestría en Estudios Políticos, esta frase atribuida al gran realista Maquiavelo: "Si no te las quieres ver con los demonios, no te metas en política". Debería ser un axioma para quienes formamos parte de la clase intelectual, no por comodidad (pues el justo medio es el más incómodo) sino como garantía de independencia. Nuestra mejor contribución debe ser a defender un clima de controversia civilizada.

Esos demonios, de los que habló el doctor José Olimpo, son la mentira (el máximo de la maldad), el servilismo, el conformismo moral y el fanatismo. Producen consecuencias desastrosas. Su presencia es patente en la política de Medellín. La ardentía con que se intercambian acusaciones es una muestra de ese aliento demoníaco. Por algo, en el ámbito universitario se percibe una atmósfera azufral cuando se insinúa siquiera el tema político.

Por eso mismo los ciudadanos podemos convertir las elecciones del 30 de octubre en una intensiva catarsis democrática, en potente exorcismo colectivo, para elegir a quien garantice que va a superarse el estado de cosas en la ciudad. Volvió a pegárseme la consigna del bambuco de Arellano: Hay que sacar al diablo, no hay más que hacer.

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