A cada strike que el umpire le cantaba al bateador, le decía ponche. Y a cada batazo que llegaba al fondo del diamante, jonrón.
Estaba, como el comercial, en el lugar equivocado; sin embargo, Juancho (Juan David Escobar, así dijo llamarse), uno de esos pelaos que de béisbol pocón pocón, se fue ayer de "tour" por la unidad deportiva, y le importó un bledo que se rieran de él en la parte de atrás del diamante, donde se situó, agarrado de las mallas para tratar de entender el deporte de la pelota caliente.
"Eso no es ponche", le dijo un veterano con acento costeño. "Hombe, tú de pelota no sabes na'...", insistió. "No importa, al fin y al cabo no me voy a quedar mucho tiempo aquí", respondió.
Él se apostó atrás porque cuando intentó entrar al Luis Alberto Villegas ya no había espacio. Allí lo único que faltó fue el aviso de "no hay boletas". Increíble... ¡Se llenó el diamante! Y, lo mejor, para ver béisbol, no para un concierto de rock como era costumbre cuando se prestaba, porque casi nadie, de los consultados, recuerdan la última vez que ese escenario siquiera llevó quinientas personas a un juego de pelota.
Y mientras los aficionados que colmaron la instalación, bien temprano, aplaudían, silbaban o coreaban "boooola, booola", Juancho ni se inmutaba, el mancito poco entendía. Y como llegó se fue. Igual, al frente del estadio, la cola para entrar, era laaaaarga.
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