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Jorge Franco, entre el conflicto y las hadas

El escritor paisa ganó el Alfaguara de Novela con una historia que trasncurre en Medellín.

  • Jorge Franco, entre el conflicto y las hadas | Se espera que El mundo de afuera, la novela ganadora, se lance en la Feria del Libro de Bogotá. FOTO COLPRENSA
    Jorge Franco, entre el conflicto y las hadas | Se espera que El mundo de afuera, la novela ganadora, se lance en la Feria del Libro de Bogotá. FOTO COLPRENSA
20 de marzo de 2014
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Jorge Franco fue escéptico la noche del miércoles. No creía que su novela fuera la elegida entre las 872 que se postularon al premio Alfaguara de Novela. Lo distinto pasó en la mañana del jueves cuando sonó el teléfono y le pasaron a la escritora Laura Restrepo, presidente del jurado, y ella le contó que El mundo de afuera, su novela, era la ganadora. Es el tercer colombiano en recibir el premio. Aún estaba algo dormido cuando escuchó la noticia.

La historia pasa en Medellín entre 1960 y 1970 y la situación empieza en el Castillo de don Diego Echavarría Misas, el que hoy es el Museo El Castillo, cuenta sobre su secuestro y también sobre su hija Isolda, que vivía casi en un cuento de hadas. Entonces se va entremezclando la ficción. El Mono es el secuestrador y también el hombre obsesionado por Isolda.

El premio Alfaguara entrega 175 mil dólares y distribuye la obra en 19 países de habla hispana. Jorge además celebra este 2014 los 15 años de Rosario Tijeras (eso hace ya que se publicó).

¿Por qué la historia está relacionada con su infancia?
"Porque los personajes que están, algunos de ellos los conocía y otros son de ficción, inventados. El lugar es muy conocido para la gente de Medellín, porque es el castillo que hoy es museo. Yo fui vecino y ahí vivía el dueño del castillo, con su hija y su familia, y a los que éramos vecinitos nos llamaba mucho la atención la forma de vida de este personaje. Nos llenaba de curiosidad saber cómo era la vida de ese castillo y toda la historia mítica que se construyó alrededor de su hija Isolda. Lo que yo hago es utilizar parte de esa historia, combinándole elementos de la realidad de ese momento y del secuestro que padeció este señor, que fue uno de los primeros secuestros que hubo en Medellín, y mostrar cómo fueron esos años de transición de una ciudad apasible, paradisiaca, donde los niños salíamos a jugar a la calle hasta altas horas de la noche, sin miedo, y en lo que se convirtió después. Yo utilizo varias rutas para trazar la historia y es básicamente un realismo crudo y la fantasía de un relato de cuento de hadas. Lo otro es que, para balancear, utilizo el humor y la ironía".

De hecho el humor es algo que resalta Laura, dice que está lo difícil, que es el secuestro, pero que hay momentos para reír...
"Es un poco intencional, pero lo que hago también es apoyarme un poco en la época, esos años 60, comienzos de los 70, en donde en ese momento lo que sucedía, que era cuestionable, causaba algún impacto en la sociedad, pero viéndolo hoy, esas situaciones de esos pandilleros y esos bandidos se miran con mucha ingenuidad y candor, comparado con lo que hay hoy en día, y en lo que se convirtió Medellín años después. Casi que aquí lo que yo reflejo, y yo sé que es un poco lo que genera esas situaciones de humor, es la torpeza en la violencia. Eran inexpertos, cometían errores, no estaban seguros de lo que hacían y estaban enfrentados a un señor que no quería dar una lucha por la vida y simplemente ese secuestro es una oportunidad más para irse, para despedirse del mundo, porque no le interesaba mucho seguir viviendo. La historia involucra el amor, la obsesión y el humor negro".

Se gastó cuatro años escribiendo la novela. ¿Mucha investigación?
"Tuve la suerte de contar con personas en Medellín que me ayudaron mucho a encontrar datos, fotografías de la época. Fui a Medellín varias veces, volví al castillo, fui como turista, hice el tour completo, me tocó hacer una grabación clandestina de los lugares porque allá tienen la habitación de Isolda, de don Diego, tienen el Castillo como estuvo decorado en la época y yo quería tener esas imágenes para tratar de reconstruir esa atmósfera. Hubo otra investigación muy exhaustiva, pero esa sí fue en vano, no hubo ningún resultado, yo estaba buscando los expedientes de ese secuestro. Tuve la colaboración de la Cuarta Brigada, pero no pudimos encontrar nada y tuve que echar mano de la ficción, que realmente es mi oficio".

Eso pasó hace muchos años, ¿por qué contarlo ahora?
"Yo creo que venía cargando esa inquietud desde la misma niñez. No todo el mundo tenía la oportunidad de tener a un vecino que tuviera un castillo grande, con jardines y que eso pareciera un pequeño reino y que lo que uno veía ahí parecía un cuento de hadas. Eso alimentó mi imaginación y mis sueños y se suma al interés que he venido teniendo de contar a Medellín así sea de una manera fragmentada. Yo creo que esto es la víspera de lo que se convirtió Medellín ya en los años 80, que fue lo que conté en Rosario Tijeras".

Es decir, las novelas tienen una relación entre sí...
"Es una relación muy sutil, porque en esta historia no aparece el narcotráfico ni el tipo de personajes femenino. La historia se cuenta con más ingenuidad. Medellín es una ciudad que se escandalizaba por otro tipo de situaciones, porque todavía no nos había llegado lo peor, que es lo que pasa en Rosario".

¿Por qué participó en el premio Alfaguara?
"Es un premio que cualquier escritor quiere, porque tiene prestigio, está apoyado por una editorial que está cumpliendo 50 años de historia y tiene muy claro su camino. Yo en realidad no lo había hecho antes, porque tenía un contrato con Planeta que me impedía participar en premios. Ese contrato terminó con Santa Suerte y cuando terminé esta, hubo una feliz coincidencia y es que estaban en el plazo para participar en el premio, entonces dije, solo es esperar un par de meses a que den el fallo. Es una buena manera de probarla, a ver cómo la ven jurados de otras partes y a ver qué pasa. Mi intención cuando termino un libro es dejarlo reposar un par de meses antes de una corrección más minuciosa y ofrecerlo a una editorial y tuve una suerte muy grande de ganarlo. Me sorprendió mucho esta mañana porque hasta anoche estaba escéptico, más que esperanzado. Ganar cualquier premio es complicado. Influyen muchos factores, incluso la suerte".

Vive en Bogotá, pero escribe sobre Medellín. ¿Es su manera de mantenerte cerca?
"Es una manera de mantenerme allá, pero también lo hago porque te confieso que no he podido escribir sobre otro lugar, ni de otra manera que no sea como hablamos los paisas ni que no sea ese entorno que conocí cuando era niño. Yo lo he intentado, pero siempre me he sentido más cómodo en la escritura cuando vuelvo a Medellín. No sé cuánto más tiempo lo haré, porque a mí me gusta experimentar con la escritura y tal vez en algún momento quiera hacer el ejercicio de contar otra historia, pero mientras me sienta cómodo, lo seguiré haciendo"

¿Por qué el seudónimo Antonio Benjamín?
"Uno es el nombre de mi abuelo paterno y el otro el de mi abuelo materno. Ellos fueron muy importantes, porque fueron personas muy sensibles, que estuvieron muy cerca de esas áreas en las que yo tenía muchas inquietudes, sobre todo el arte. Me gusta ese seudónimo para participar en premios y me ha traído mucha suerte".

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