Juan Camilo Alzate, de 22 años, no tuvo la misma suerte de Therlyng Arbey. Hace tres años, en Barranquilla, en pleno estadio Metropolitano, fue blanco de una pedrada y perdió su ojo izquierdo.
Con un grupo de amigos de Sabaneta se fue, en una excursión, a acompañar a Nacional al partido de la final ante Junior y regresó con una secuela que lo acompañará toda la vida. Tras el impacto sangró por la boca y la nariz y en el mismo escenario recibió atención primaria. Le taparon el ojo y no más.
"El regreso a Medellín fue una odisea. El bus se varó y nos tocó echar dedo hasta que una tractomula nos llevó hasta Puerto Valdivia. Sin dinero, nos tocó pedir comida, con tan buena suerte de que en ese pueblo un señor que no sabemos quién era, nos llevó a un restaurante y dijo que pidiéramos lo que quisiéramos. Luego nos puso un colectivo que nos trajo hasta la terminal del Norte", relata Juan Camilo que iba con otros nueve amigos.
Era diciembre 26 y a su regreso a casa, de inmediato los familiares lo llevaron al médico por el Sisbén. Le diagnosticaron desprendimiento de retina crónico con hemorragia interna. Cuenta que en la primera operación le fue bien, pero que en la segunda los resultados no ofrecieron lo que esperaba y el tratamiento se interrumpió.
"El cambio es drástico, pero uno se acostumbra. Llevo una vida normal y no he tenido ninguna dificultad", explica Juan Camilo quien señala que la única ayuda que recibió fue de Los de Sur, que le llevaron a su casa 300 mil pesos. Del club verdolaga, nada de nada.
Pero su pasión por el verde lo condujo de nuevo a Manizales y Pereira, pues como dice "al que le gusta le sabe". Eso sí, no pierde la esperanza de recibir un tratamiento adecuado para mejorar el daño que le causó el fútbol.
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