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Klim era el solitario que sabía opinar

Lucas Caballero cumpliría hoy cien años. Un hombre crítico, que utilizó el humor y la buena escritura.

  • Klim era el solitario que sabía opinar | ILUSTRACIÓN EMER’S
    Klim era el solitario que sabía opinar | ILUSTRACIÓN EMER’S
05 de agosto de 2013
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Una vez decidió no salir de casa, o solo salir a veces, pero salir poco. Muchos, por eso, lo recuerdan como un hombre que andaba en pijama.

"Es que a mí me desagrada la gente, la multitud. Yo más o menos, como se dice en términos técnicos, tengo cierta agorafobia. Es mucho mejor estar uno en su casa, absolutamente solo, a ir a una fiesta de sociedad donde hay cincuenta, cien personas de frac que a usted no le interesan un carajo", le dijo él a Elkin Mesa, en una entrevista que publicó El Colombiano en 1981.

Su sobrina, Beatriz Caballero, que no lo vio mucho por eso de que salía poco, quizá unas cuatro o más veces, lo tiene en su cabeza como "absolutamente pálido, porque no veía el sol", pero recuerda a su mamá diciéndole que le llamaba la atención, que al contrario de la gran facilidad de su papá, el escritor Eduardo Caballero Calderón, que era capaz de dictar sus escritos, Lucas tachaba, se demoraba, volvía a tachar. "Le costaba demasiado trabajo". Extraño, precisa después, porque eso no se notaba en la escritura de Klim.

Sus letras eran sueltas, incisivas, cada palabra consciente, exacta. "Tenía una finísima capacidad de observación para captar sus personajes -escribió alguna vez Daniel Samper Pizano, su discípulo-, una imaginación alborotada para situarlos en el escenario propicio y un estilo compacto y lapidario para describir el personaje y la escena".

Sus artículos eran piezas literarias, sin una pizca de descuido. Le interesaba el lenguaje. Su hijo, Lucas Caballero Reye s, ha dicho que era tímido. Era su manera de decir. El humor estaba, pero era el conjunto entre la risa, la crítica, la mirada a ese país que terminó mirando por televisión.

"Veo la televisión, que es magnifica -le contó a Mesa-. Ve uno, sin necesidad de conocer a un ministro, por el solo hecho de oírlo hablar, de oír como se expresa, más o menos uno se forma una idea. Antes no existía eso, porque para formarse un concepto de una persona tenía que estar personalmente con ella".

Lucas Caballero no terminó de estudiar derecho y empezó de periodista a los 23 años. Antes de Klim fue Lukas, era obituarista y su sección de comentarios se llamaba Lukerías y la de humor Confesiones. Después fue Klim. Lo sacó de un aviso de la marca de leche. Es milk, en inglés, pero al revés.

Beatriz vuelve a escuchar a su mamá, otra vez, que le decía que Lucas era muy necio de niño. También que "vivía encima de unas putas que lo querían mucho".

Si Klim no se hubiera muerto hace 32 años, cumpliría hoy, 6 de agosto, sus primeros 100, pero se murió el 15 de julio, en la mañana, 50 minutos después de las ocho, por una demolición intestinal y una falla cardíaca. "Desde hacía 45 años -escribió Daniel-, con algunas caídas y resurrecciones, era uno de los más populares y el más incisivo de los columnistas colombianos".

El hombre capaz de hacer temblar a un presidente como Alfonso López Michelsen, criticaba al gobierno, a los funcionarios corruptos, hablaba de las situaciones absurdas que afectaban la cotidianidad.

- ¿Cuándo descubrió Klim que tenía vocación de humorista? -preguntó Elkin Mesa.

- Nunca lo he descubierto, lo descubro porque hay gentes que más o menos al leer lo que yo escribo se sonríen, pero es un modo de ver la vida, diferente. Hay un individuo que políticamente puede ser una maravilla y entonces toda la gente, sus seguidores, lo tienen como un prócer de la república. Yo lo veo por un lado absolutamente diferente y entonces escribo eso. Pero no es que lo escriba forzado. El humor es un modo de ver la vida absolutamente diferente. Un modo de ver la gente absolutamente diferente" -respondió Lucas Caballero n

"...Una de las mayores aspiraciones que puede tener uno es vivir".

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