En un país en donde las patologías relacionadas con la salud mental crecen exponencialmente en virtud de las condiciones psicosociales (léase: enfermedad bipolar, depresión, psicosis, suicidio, conductas violentas, drogadicción, alcoholismo, enfermedades sicosomáticas, estrés postraumático etc.), preocupa que la legislación colombiana deja como recursos de difícil acceso las disciplinas asociadas al mantenimiento y conservación de la misma.
Aunque la política evalúa al individuo como un ser biopsicosocial, a la hora de ejecutar acciones concretas esto se diluye y es claro que se da prelación a las patologías de tipo orgánico en un modelo que también dista mucho de promover la salud y se queda fundamentalmente en la atención de la enfermedad.
Aunque las estadísticas dicen que aproximadamente un 25% de la población presenta en algún momento de su vida una patología de origen mental, ¿será verdad que el 75% restante durante toda su vida no la presenta?
¿Cuántos de nuestros pacientes no presentan un origen psicosomático en sus consultas habituales? Puede sonar muy atrevido pero todos tenemos alguna cosita por allí, visible o escondida, que ameritaría una valoración y orientación sicológica para un buen vivir. Así como hay programas de prevención en cáncer, prevención secundaria de patologías de alto costo asociadas a diabetes e hipertensión, servicio odontológico, controles de presión y exámenes de laboratorio para detectar casos en edades y grupos poblacionales de alto riesgo, sería muy interesante que cualquier usuario del Plan Obligatorio de Salud (POS) tuviera acceso a una orientación sicológica, acorde con los riesgos según su herencia, entorno, situación psicosocial, edad etc.
No hay que ser muy perspicaz para darnos cuenta de todo el estrés, el miedo, el odio, el resentimiento, la angustia y ansiedad, las depresiones larvadas, el automaltrato generador de maltrato a otros, las adicciones socialmente permitidas o no, que padece ese ser estigmatizado llamado colombiano.
Es demasiado profundo el impacto que tienen los trastornos mentales en el desarrollo de los pueblos y el no saber manejar adecuadamente las emociones, por citar un ejemplo, origina muchas de las patologías y conductas violentas que sufrimos a diario. Esto no es exclusivo de los colombianos, por supuesto, y amerita soluciones políticas que no se queden en el papel.
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