Hay un momento que bien podría ser un congelamiento del tiempo: cuando un helicóptero despega y se queda suspendido unos segundos en el aire... Es como si el reloj no marchara más.
Eran siete los pacientes del Instituto de Cancerología montados en un helicóptero ambulancia de Sarpa, que surcó el cielo de Medellín en el Vuelo de la Alegría. Un total de 36 niños entre 3 y 14 años tuvieron este lunes la posibilidad de volar por primera vez.
Al despegar, en ese momento eterno, Brayan Palacio, Kevin Benjumea y Sergio Molina abrieron los ojos. Estaban aterrados, "con una mezcla entre angustia y felicidad", dijo Kevin, de 12 años.
La eternidad se acabó y el tiempo volvió a correr en el instante en que las aspas del helicóptero empezaron a girar más rápido y se elevó, dejando abajo a los papás, los tíos y los abuelos que sacudían la mano.
La ciudad, ajena a la felicidad de los siete pequeños pasajeros, se hacía cada vez más pequeña y el asombro se transformaba rápidamente en sonrisa.
"¡Qué nota!" exclamaba Brayan, de siete años, mientras Sergio, que tenía el privilegio de ir en una ventana y tomaba fotos con su celular.
"Una experiencia maravillosa", dijo ya en tierra Sergio, que quiere ser médico forense cuando sea grande. En esa expresión coincidió luego Jaime Augusto Maya, director de Sarpa: "es la posibilidad de que estos niños vivan la maravillosa experiencia de volar en helicóptero".
El sobrevuelo pasó por La 30, el Cerro Nutibara, la Avenida Industriales, La Aguacatala y regresó al Olaya Herrera por el Club El Rodeo.
Siete minutos de gloria y de risas. Lo más importante: que los niños enfermos con cáncer se olviden de su mal y logren, así sea por siete minutos, hacer una pausa y olvidarse de todo.
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