El Sargento Segundo Rodrigo García Amaya conoció la humillación en las montañas del departamento del Cauca. Con la voz propia de un hombre amilanado por la presión y tratando de reflejar los momentos previos al desalojo que sufrieron los integrantes del Batallón de Alta Montaña Número 8, grabó los instantes que antecedieron la escena que hoy le da la vuelta al mundo.
Él, quien con resistencia tuvo que descender de la montaña ante la presión ejercida por los indígenas, documentó con una cámara los momentos más álgidos que vivieron los soldados que custodiaban el cerro Berlín, en el municipio de Toribío, Cauca.
Era el prólogo de lo que terminaría siendo el momento más triste de su carrera militar. García Amaya, acostumbrado a combatir a guerrilleros y grupos insurgentes en las selvas colombianas, tuvo esta vez que ceder ante la fuerza de los indígenas que a empujones y a la fuerza acabaron con las instalaciones del Batallón de Alta Montaña.
Paso a paso y, tratando de describir lo que sus ojos y la cámara presenciaba, narró las acciones que los indígenas emprendían contra la guarnición militar, justificado en la defensa de su terreno sagrado. (Ver video 1)
Las imágenes corresponden a varios videos que el Sargento García grabó entre el 12 y el 14 de julio pasados, y que fueron difundidos por el portal Kienyke. De a poco y con el pasar de los minutos la comunidad indígena se multiplicó y los militares fueron presa fácil ante la insistencia, la presión y las amenazas. (Ver video 2)
Como un castillo de naipes se fue cayendo la guarnición. Conservando la compostura y evitando un altercado mayor con la comunidad, los militares veían impávidos como la presencia del Estado era desalojada de una de las zonas con mayores problemas de orden público en el país. (Ver video 3).
Detrás del orgullo que sentía por el uniforme militar salió a flote el ser humano. El Sargento Segundo Rodrigo García Amaya solo cumplía con su deber y era el de proteger la soberanía de las tierras del Cauca. No hacía algo diferente. Su llanto, la tarde del martes 17 de julio fue la prueba de la impotencia por no llevar a un final feliz su misión.
Esta vez la recompensa del Sargento fue la de salir en brazos de los indígenas, que defendiendo su territorio, expusieron la dignidad de un militar acostumbrado a salir en hombros ante las proezas alcanzadas.