Han pasado 19 días desde que el Ejército de Israel comenzó su ofensiva contra las milicias de Hamas en la franja de Gaza y, a pesar de los esfuerzos de paz de la Organización de Naciones Unidas, el número de víctimas sigue aumentando. Cerca de 940 palestinos, casi todos civiles, y 38 soldados israelíes han muerto en los enfrentamientos. También han resultado heridas 5.700 personas, en su mayoría civiles y niños.
Según la ONU, en los últimos 18 días Gaza ha sufrido 2.100 bombardeos y 140.000 personas han tenido que abandonar sus hogares destruidos por las bombas. La crueldad de los ataques indiscriminados contra la población civil ha sobrepasado todos los límites: durante los primeros días de la ofensiva, un misil lanzado por un avión israelí mató a nueve jóvenes palestinos e hirió a 15 en un café donde veían por televisión el partido de la semifinal del Mundial de Fútbol entre Argentina y Holanda; hace una semana, siete niños palestinos fueron blanco primero de un bombardeo aéreo y luego de otro naval mientras jugaban en la playa; luego dos mujeres en silla de ruedas murieron en un ataque a un centro para discapacitados atendido por la ONU.
La magnitud de la tragedia quedó al desnudo este fin de semana durante la tregua de 12 horas acordada entre Israel y Hamas: en las primeras horas del sábado, más de 80 cuerpos fueron recuperados entre las ruinas y llevados a las morgues de los hospitales. Sin embargo, se cree que hay muchos más bajo los escombros de los edificios destruidos por los bombardeos de la aviación y la artillería israelíes.
En el que ha sido tal vez el peor de los ataques, al menos 15 personas murieron y más de 200 resultaron heridas esta semana cuando tropas israelíes abrieron fuego contra una escuela de la ONU en Gaza donde había cientos de refugiados. Los funcionarios de la ONU dijeron que el ataque no fue accidental, ya que en varias oportunidades entregaron las coordenadas de la escuela a las autoridades militares israelíes identificándola como un albergue para refugiados.
En medio del dolor y la rabia que provocan estos hechos demenciales, traen alivio las palabras del pianista y director de orquesta Daniel Barenboim, publicadas en varios periódicos de Europa:
"Escribo estas líneas en mi calidad de Mensajero de la Paz de Naciones Unidas y sin olvidar en ningún momento que tengo en mi posesión dos pasaportes: uno israelí y otro palestino. Escribo estas líneas con el corazón apesadumbrado, porque he visto que los sucesos de las últimas semanas en Gaza han confirmado algo de lo que siempre he estado convencido: que no es posible poner fin al conflicto palestino-israelí mediante una solución militar… Este es un conflicto humano, entre dos pueblos, cada uno de los cuales está profundamente convencido, con una firmeza aparentemente irreconciliable, de que tiene derecho a poseer el mismo y pequeño trozo de tierra".
"Los palestinos sentimos que tenemos la necesidad de obtener por fin una solución legítima. Nuestra aspiración fundamental es que se nos trate con justicia y se nos reconozcan los derechos que se reconocen a cualquier pueblo de la tierra: autonomía, autodeterminación, libertad y todo lo que ello entraña. Los israelíes necesitamos que se acepte que tenemos derecho a habitar en el mismo trozo de tierra que los palestinos. Cómo dividir ese territorio es algo de lo que solo podrá hablarse cuando las dos partes hayan reconocido y comprendido que podemos vivir juntos, unos al lado de otros".
Es una lástima que sus palabras se hayan desvanecido, ahogadas en medio del ruido siniestro de los cohetes y las bombas.
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