Restarle méritos a la grandiosidad del Gabriel García Márquez escritor, es un despropósito igual de grande a presentarlo como el gran demócrata de América Latina y el artífice de la paz de Colombia. Como hombre de letras fue inmenso. Un grande entre los grandes. El genio de la prosa que con sus 42 obras y con su realismo mágico, dio a conocer nuestro país por todos los recovecos de la tierra.
Sin embargo, otro cuento muy distinto y no tan grato, es el del García Márquez demócrata y hacedor de la paz del que el presidente Juan Manuel Santos, con fines electoreros, echó mano el día del homenaje póstumo que le rindieron en la Catedral Primada de Bogotá.
Allá nos habló del "Gabo hombre comprometido con el destino de su país y de América Latina, un hombre de profundas convicciones, preocupado por la justicia, por la educación y, muy especialmente, por el logro de la paz" (…) "Gabo militante de las causas justas".
¿Acaso se puede hablar de un compromiso honrado para con su gente, sabiendo de su apoyo a Fidel Castro, el más grande y despiadado dictador americano? ¿Compromiso honrado con América Latina sabiendo la desgraciada influencia que ha ejercido esa tiranía en varios países de la región, como por ejemplo, Venezuela? ¿Compromiso honrado con el destino de su país y, al mismo tiempo, dando apoyo al patrocinador de los narcoguerrilleros (Farc, ELN, M-19, etc.), que tanto daño nos han hecho? Porque García Márquez siempre fue amigo íntimo del protector de los terroristas que durante medio siglo no han hecho más que sembrar el terror a lo largo y ancho del territorio nacional. ¿"Gabo" preocupado por la justicia? ¿De cuál justicia podrá hablar quien no tuvo empacho en compartir manteles y recibir dádivas de un tirano que ha torturado y fusilado a quienes se han atrevido a tener un pensamiento diferente al suyo?
García Márquez, en diferentes momentos de la historia, participó o propició conversaciones con grupos de narcoterroristas, es cierto, sin embargo, su contribución quedó completamente desdibujada en la medida en que no se apartó de la infame dictadura cubana y del tirano mayor.
Ahora bien, como aquí sí estamos en una democracia, aunque tambaleante por obra y gracia de este gobierno que no ha hecho más que darles reconocimiento y protección a los ahijados del déspota en mención, mientras descalifica de mala manera a sus contradictores políticos, estamos en capacidad de reconocer y aplaudir el aporte de nuestro Premio Nobel a la Literatura universal, pudiendo mencionar también sus grandes fallas. Igualmente, entendemos que el discurso del presidente Santos, obedece a su mitomanía y la estrecha relación que tuvo con el escritor. A esa fantasía con la que él y sus negociadores han pretendido rodear el proceso de paz de La Habana, única herramienta que le queda para tratar de conseguir votos para su reelección.
Reelección cada día más traspapelada, si tenemos en cuenta no solo que en las encuestas que han aparecido en los grandes medios no ha conseguido subir ni un punto, sino también, aquellas que andan circulando por las redes, y que, por obra y gracia de la dichosa mermelada, no son publicadas y en las que aparece en el tercer lugar después de Óscar Iván Zuluaga y de Enrique Peñalosa.
Eslogan para el gobierno del presidente Santos: el de la mitomanía.
P. S. Definición de mitomanía según el Drae: Tendencia morbosa a desfigurar, engrandeciéndola, la realidad de lo que se dice.
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