Domingo de Pentecostés
"Estando los discípulos reunidos en una casa, entró Jesús y les dijo: Paz a vosotros. Luego exhaló su aliento sobre ellos y añadió: Recibid el Espíritu Santo". San Juan, capítulo 20.
La vida de Jesús, su manera de ser, el núcleo de su doctrina, la parte comunicable de su persona, lo más íntimo de sus deseos y sentimientos, su poder transformante... Todo esto que podemos encerrar en la expresión "Espíritu de Jesús", que fue comunicando a los apóstoles desde el primer encuentro con el Señor.
Por medio de la amistad y del diálogo, el Maestro trató de conformar a los discípulos a su imagen y semejanza, para hacerlos continuadores de su misión.
También nosotros, desde el bautismo, comenzamos a recibir la influencia de Dios en nuestra vida. Isaías nos habla en el capítulo XI de los dones, por medio de los cuales se hace tangible la presencia del Espíritu de Dios.
San Pablo, en sus cartas, les explicará luego a los cristianos cómo obra el Señor en cada uno.
Un profesor de catequesis se siente entusiasmado en su trabajo. Encuentra cada día nuevos recursos para transmitir el evangelio. Quizás no lo advierta, pero el Don de Sabiduría lo acompaña.
De un obrero se dice que tiene sentido común. Para él son claras las más complicadas situaciones, les encuentra la solución adecuada. Le ha sido dado el Don de Entendimiento.
Un profesional, un sacerdote, una madre de familia tienen un algo en común. La gente acude a ellos con su problema, su historia dolorosa. Saben comunicar la paz, la alegría, el deseo de seguir luchando. Poseen el Don del Consejo.
Un científico madruga cada día a su laboratorio. Hoy aísla un virus, mañana ensaya una vacuna, luego supone un antídoto, siempre con el ansia rebelde de ayudar a la humanidad. Lo mueve el Don de Ciencia.
Un alcohólico, un drogadicto, una joven desesperada, advierten de pronto que la imagen de un Dios padre no se ha borrado aún de su memoria. Sienten miedo de perder su bondad. Guiados por el Don del Temor de Dios, emprenden el camino de regreso.
Unos esposos ven su hogar en peligro. Oran, buscan ayuda, sufren, luchan. Hasta que un día las cosas empiezan a cambiar. Como si de repente, todo se hubiera vuelto nuevo. Los ha sostenido el Don de la Fortaleza.
Los integrantes de un grupo juvenil descubren la fuerza de la oración. Cada semana emplean un buen rato para comunicarse con Dios. El Señor les habla, llega a su vida, los transforma. Los anima el Don de Piedad.
"Nadie puede decir: Jesús es el Señor, si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de servicios, pero un mismo Señor. Hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que lo obra todo en todos". Así enseñaba san Pablo a los fieles de Corinto.
(Publicado el 11 de junio de 1981).
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