Nueva Zelanda se conmocionó ayer por la muerte de los 29 mineros que llevaban seis días atrapados bajo tierra, y a los que una segunda explosión dentro de la galería dejó finalmente sin opción alguna de salir con vida.
El primer ministro neozelandés, John Key, calificó el accidente de "tragedia nacional" y anunció que una comisión investigará las causas.
"Perder a nuestros hermanos ha sido un golpe durísimo. Todos los neozelandeses nos solidarizamos con sus familias, somos una nación de luto", declaró Key.
El jefe del Ejecutivo de Wellington añadió que "después de tantos días de esperar y temer lo peor, hemos recibido la peor noticia posible. A todos los que extrañarán a un ser querido, Nueva Zelanda está con ustedes".
"No hubo supervivientes", confirmó el responsable policial de los equipos de rescate, Gary Knowles.
Es el segundo mayor accidente minero de la historia de Nueva Zelanda y el peor desde 1896, cuando 65 personas fueron sepultadas por otra sacudida de gas metano cerca del mismo yacimiento.
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