“En Rusia es impredecible hasta el pasado”
Tatiana Tolstoi
En 1499, el respetado profesor de la Universidad de Tubinga, Johannes Stoeffer, anunciaba en su libro “Ephemerides” que el 20 de febrero de 1524 una orgía planetaria en la casa de Piscis ocasionaría el fin del mundo. Como el “iluminado” catedrático tenía títulos universitarios, los ricos de Alemania comenzaron a construir arcas al estilo de la de Noé, mientras los teólogos compañeros de Stoeffer discutían si los ricos debían darle espacio a quienes no tenían dinero para hacerse las suyas. El 19 de febrero una lluvia torrencial indujo el pánico en la población que se abalanzó a los barcos que terminaron zozobrando por culpa del exceso de peso. El día 21, un esplendoroso día, sirvió de telón de fondo para los numerosos entierros de los náufragos que habían creído en el vaticinio del erudito catedrático.
Pero como la especie humana no cambia mucho desde hace como diez mil años, no tiene que sorprendernos que otros despistados “eruditos” sigan el camino de Stoeffer. A finales del año pasado, Igor Panarin, un ex-analista de la KGB, especialista en ciberguerra, doctorado en Ciencias Políticas, profesor y decano de la Academia Diplomática del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, predijo que los EE.UU. se desintegrarían en julio de 2010, dividiéndose en 5 territorios que quedarían bajo la influencia de otros países. La República de California bajo la influencia de China, la República de Texas, como parte de México, la América Atlántica se uniría a la Unión Europea, la República Central de América del Norte sería territorio o zona de influencia de Canadá, Alaska sería nuevamente rusa y Hawái se convertiría en territorio chino o en parte del archipiélago japonés. Con rutilantes académicos como este, rebosantes de conocimiento geopolítico, entiende uno porque perdieron la Guerra Fría.
Esta mente sin par, afortunadamente para el planeta, dice, como si fuera el eco de las predicciones soviéticos del siglo pasado, que la desintegración estadounidense será el resultado del influjo de inmigrantes unido a una crisis económica y moral, en la que los estados ricos de la Unión no querrán pagar sus impuestos y motines sucesivos provocarán una guerra civil en otoño de 2009 que terminará dividiendo al país por la diversidad de razas y haciendo inevitable la entrada de fuerzas extranjeras a su territorio.
Semejante ignorancia geopolítica resulta inexplicable para un sujeto con tantos pergaminos, a menos que decir sandeces monumentales sea la forma de llamar la atención de los medios de comunicación. La evolución del territorio de EE.UU. no es un proceso acumulativo indiscriminado y aleatorio. Cada parte de su territorio correspondió a un diseño geopolítico fundado principalmente en la guía de Alfred T. Mahan, que fue el arquitecto de su construcción como un país-continente pero con destino de potencia marítima bi-oceánica que lo hizo y lo mantiene como la mayor potencia global. Explicar esta evolución es difícil en tan poco espacio, pero en general el territorio de EE.UU. es un rompecabezas que tiene fortaleza cuando todas sus piezas están juntas. Separarse sería un suicidio garantizado para cada una de las partes, pues se perdería el efecto sinergético del cuerpo completo. Al contrario, la expansión de Rusia, una nación europea que no pudo expandirse al Oeste y encontró en su desplazamiento hacia el Este la forma de tener zonas de protección para las invasiones que desde allí se dieron históricamente, no significó fortalecimiento, como lo describe Henry Kissinger al decir que: “pocos gobernantes rusos como Gorchácov, fueron lo bastante sabios para comprender que, para Rusia, la extensión del territorio era la extensión de la debilidad”.
Parece olvidar o desconocer el “erudito” Igor, al pensar más con el deseo que con la razón, que la diversidad de EE.UU. no corresponde a líneas de falla, pues a pesar de ella, esta nación pudo construir una identidad nacional adicional a las propias de los distintos grupos de inmigración que fueron los que permitieron la construcción y consolidación del país, y mantienen parte de la vitalidad económica y demográfica del país. Cosa distinta del modelo ruso, en el que la convivencia étnica no fue el resultado de un proceso cultural sino la imposición de la bota militar que encerró a distintos pueblos a la fuerza y los hizo soportarse solamente cuando ella era ejercida. Y si alguien puede enfrentar un proceso de desintegración por una crisis económica profunda es Rusia, un país subdesarrollado pero con misiles que vive casi exclusivamente de hidrocarburos cuyo precio todavía depende del crecimiento económico mundial, pues los países que todavía controla, pero que tienen el recurso, verían cada vez con peores ojos que sea Rusia sea quien se quede con una parte del precio, solo porque se volvió el monopolizador de los energéticos en el Asia Central, pudiendo venderlos ellos mismos.
Esperemos que los Igor Panarin de este mundo no sean muchos, porque tendríamos que aceptar la idea de otro Tolstoi, León Tolstoi, cuando dijo que: “Debe valorarse la opinión de los estúpidos: están en mayoría”.
(*) Profesor de Estrategia de la Especialización en Estudios Políticos con énfasis en Geopolítica- Universidad EAFIT