Desde el siglo XIX hasta nuestros días los combustibles fósiles han representado la fuente principal de suministro de energía a la sociedad, como puede observarse en la Figura 1 en la que se presenta la demanda por energético en los años 1973 y 2011. Recientemente dicha participación y las proyecciones futuras se han visto fortalecidas por el descubrimiento y explotación de las denominadas fuentes no convencionales de petróleo y gas como el "el shale gas" y "shale oil".
Estos son combustibles con características químicas y físicas similares a los obtenidos de las fuentes convencionales, pero las condiciones geológicas que hicieron posible su almacenamiento en el subsuelo son diferentes y en consecuencia la tecnología de extracción.
La dependencia de los combustibles fósiles ha traído como consecuencia el incremento de emisiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero. Así por ejemplo, entre 1973 y 2011, las emisiones mundiales de dióxido de carbono pasaron de 15.628 a 31.342 millones de toneladas, con lo cual se han comenzado a superar las condiciones naturales de regulación de la temperatura promedio de la tierra, originándose uno de los problemas modernos que más preocupa a la humanidad como es el cambio climático.
La Agencia Internacional de la Energía, pronostica para los próximos 35 años una participación de los combustibles fósiles en la oferta de energía primaria de 71 por ciento, como se muestra en la Tabla 1. Además, entre 2013 y 2030 la población mundial aumentará de 6.700 a 8.000 millones de personas con lo cual se estima que a la demanda mundial de energía en el 2030 habrá crecido en un 35 por ciento con respecto a 2005.
En el mundo existen 1.300 millones de personas sin acceso a la electricidad y 2.600 millones de personas que utilizan la biomasa y sistemas rudimentarios e ineficientes para la cocción de alimentos y para el calentamiento de agua, lo cual es causa de graves enfermedades respiratorias de mujeres y niños.
El reto que tendrán que abordar las políticas energéticas y ambientales de los países, se plantea en cómo responder a una mayor demanda de energía en los próximos años y cómo controlar las emisiones de gases de efecto invernadero. En este contexto se vislumbran como alternativas viables las siguientes:
-Desarrollo de sistemas energéticos más eficientes, lo cual será posible en la medida en que se logre una nueva conceptualización de la energía en términos científicos y de la introducción de innovaciones tecnológicas radicales.
- La utilización de combustibles con mayor relación hidrógeno/carbono, como el gas natural, para reducir la emisión de dióxido de carbono, en tanto el gas natural tiene un índice de emisión 40 por ciento menor al del carbón y 20 por ciento menor al del petróleo.
-Superar las barreras técnicas y económicas para lograr una mayor participación de las energías renovables en el suministro de energía primaria.
-Promover la complementariedad en el uso del gas natural y de energías renovables, tal como ya se insinúa en importantes proyectos demostrativos que se realizan a nivel internacional, como el programa Naturalhy, de la Comunidad Económica Europea, consistente en la distribución y uso de mezclas gas natural e hidrógeno.
*Profesor de la facultad de Ingeniería Mecánica, Universidad de Antioquia.
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