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Peor que la gripa porcina

29 de abril de 2009
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El hedor de las operaciones de escucha ilegal de los agentes del DAS puede ser una buena pista para el fiscal Iguarán. El olor a podredumbre que tan certeramente guía a los animales salvajes, también debe orientar en las investigaciones para dar con el nombre del autor o autores intelectuales de los criminales abusos del DAS.

Es una operación que huele mal por el abuso de poder que representa emprender, por cuenta propia y sin orden de juez, las actividades de espionaje telefónico; pero este parece un gris aspecto formal del hecho, frente a la otra realidad de una campaña para perseguir opositores y, peor aún, para destruir moralmente a los representantes de nuestra más alta instancia judicial. Eso es lo que hiede, y el verbo es del fiscal Iguarán.

El espionaje telefónico en busca de argumentos como el que urdieron los que le pagaron a Tasmania para que encartara (el verbo es preciso) al magistrado Velásquez, o para producir pruebas como las que se difundieron contra el presidente de la Corte, o para hallar alguna cifra, nombre o frase con las que pudieron enlodar a los magistrados, tiene un objetivo tan claro como su origen. Porque ¿a quién podría serle útil el desprestigio de la Corte que acababa de condenar a Yidis Medina y agitar, por consiguiente, las aguas turbias de donde había emergido el fundamento legal para la primera reelección?

Erosionar la autoridad moral de la Corte tenía que convenirles a todos los acusados por parapolíticos y a los damnificados por las sillas vacías; puesto que era imposible negar ni ocultar el delito, parecía más posible quebrantar moralmente a los jueces.

Lo normal en una democracia es que se respete a la opinión y se la oiga para contradecirla; es anormal, en cambio, que se la acuse sin pruebas ni nombres, para ponerla bajo sospecha.

¿Alguien sabe, por ejemplo, quiénes serían los acusados de farcpolítica a quienes beneficiaría la cortina de humo de la liberación de Moncayo? La acusación sin nombre pone bajo sospecha a cualquiera de los que intentan esa liberación. A falta de pruebas buenas han sido las acusaciones genéricas, y pretendieron serlo las escuchas ilegales de los agentes del DAS.

¿Fue iniciativa de ellos que, más uribistas que Uribe, pretendieron interpretar el pensamiento de sus jefes? ¿Fue acaso el mandato de alguno de los personajes de la Casa de Nariño expertos en manejar hilos desde la sombra del poder? Descarto que la orden hubiera partido del escritorio presidencial, pero sí encuentro que desde allí se ha creado el clima propicio para que alguien pueda considerar buenas estas malolientes acciones.

Bastaría someter a la opinión un pequeño test, suficiente para detectar un ambiente más nocivo para la cordura política que el virus de la gripa porcina para la salud.

-¿Cree usted que al enemigo hay que darle duro y a la cabeza hasta destruirlo?

- ¿Cree usted que ese enemigo es la guerrilla y todos los que se le acercan?

- ¿Cree usted que en todo lo que propongan la guerrilla o la oposición, hay una trampa?

-¿Cree usted que la Corte es sospechosa porque sólo ha enjuiciado por paramilitarismo y no han prosperado las causas por farcpolítica?

- ¿Cree usted que ser opositor es estar al lado del terrorismo?

Las mismas preguntas parecen descartar algo distinto del sí o del no, como respuesta. No admiten la respuesta intermedia y esto demuestra hasta qué punto estamos contaminados por el ambiente que convenció a los espías del DAS.

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