El fenómeno del desempleo tiene perplejos a los analistas y por supuesto a quienes sufren ese penoso mal de no contar con un salario para su propio sustento, en ocasiones porque las máquinas están reemplazando al ser humano.
Si miramos los adelantos modernos, bien podríamos hacernos a la idea de que los indicadores de empleo no pueden mejorar y para peor, quizás se pierdan más puestos de trabajo, todo por la evolución que viene tomando la humanidad.
Miremos, por ejemplo, el hecho de que ahora muchas de las labores que generaban empleo están siendo realizadas, y muy bien hechas, por máquinas, computadoras o robots. Llámenlas como quiera.
Por ejemplo, para muestra un botón. Hace poco en un restaurante de Harbin, al norte de China, la principal atracción no eran sus exquisitos platos o el buen servicio y amabilidad de sus trabajadores. Los clientes esperaban largo tiempo su mesa sólo para constatar que los robots serían sus anfitriones.
En Colombia si usted va a un restaurante como Andrés Carne de Res, son atractivos jóvenes, estudiantes universitarios de carne y hueso, quienes atienden con lujo de detalles, pero en ese particular lugar de China los atentos servidores fueron unos 20 robots, los cuales, con diferentes expresiones en el rostro, lucían muy amables.
Los robots, que al propietario del restaurante le costaron 20 mil yuanes, algo más de 3.000 dólares, tenían la estatura promedio de un colombiano, 1,60 metros, con la capacidad e inteligencia de alguien de cuatro años. Atractivos y baratos desplazan a los trabajadores.
Esas máquinas calculan desde la sal hasta el azúcar para los comensales, los pedidos sobre bebidas y preferencias de los clientes. Sin nada de compensaciones parafiscales, negociaciones con sindicatos y mejor, sin pensar en la nómina.
Sencillamente se olvidó al hombre, que fue desplazado o reemplazado. Igual, es una tragedia. De modo que no es de extrañarnos que puedan crecer fenómenos de desigualdad y pobreza en el mundo.
Especialmente en nuestra región; según un reciente informe de Naciones Unidas, para el año 2012 el 7,7 % de la población de América Latina tiene problemas de hambre. Sólo en Colombia ronda el 12,6 %.
La tierra de estos robots, China, reportó la reducción de sus índices de extrema pobreza entre 2002 y 2008 de 363 millones, el 28 %, a 173 millones, un 13 %. En el reciente informe del Banco Mundial, BM, China viene reduciendo sus niveles de pobreza y ya tiene al otro lado a 660 millones de chinos hacia mejor estar.
Los chinos van bien, incluso en el uso de la tecnología, y junto con India y Brasil, han sido considerados como los líderes en el mercado de alta tecnología, un negocio en el que los japoneses llevaban la delantera.
Según la alemana Federación Bitkom, que prepara su feria de alta tecnología en Hanover, sólo este año de 2013 habrá un crecimiento en sus negocios del 5,1% hasta los 2,7 billones de euros en el mundo.
En India el crecimiento sería cercano al 14 %; en Brasil casi del 10 %, y en medio de su naciente año de la serpiente, China se aproxima al 9 %, en tanto que en Estados Unido se calcula en 6,5 %.
Estas cifras se ven bien, cuando hablamos del desempeño y crecimiento en el negocio de la tecnología, pero hemos olvidado el detalle de que si bien ya sabemos cómo reemplazar al hombre con máquinas, todavía no tenemos el plan B para salvar a la humanidad de la pobreza, especialmente si no hay trabajo y salario que ayuden.
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