Ensimismados con el proceso de paz y los escándalos de turno, la carrera presidencial dejó de lado el tema de las relaciones exteriores y su importancia para el crecimiento del país en los siguientes cuatro años. A excepción de un par de ideas, casi todas enfocadas en Venezuela, los candidatos pasaron de agache en el tema.
Lo descorazonador, pero cierto, es que en lo que falta de campaña hasta el 15 de junio, tanto Juan Manuel Santos como Óscar Iván Zuluaga no variarán sus estrategias. La visión de la Cancillería no juega un papel fundamental en la política electoral, simplemente porque no pone votos. Porque no se puede explicar en frases sencillas. Porque el impacto parece ser mínimo para un alto porcentaje de la población.
La política exterior es, en nuestro país, un arma que sirve para reforzar los planteamientos programáticos internos pero que carece de vida propia. Se habla de Venezuela, para enfatizar la simpatía o antipatía del candidato con el proceso de paz de La Habana. Se comenta lo ocurrido con la decisión de La Haya respecto al mar de San Andrés para hacer promesas falsas sobre el futuro de los isleños. Se ataca al TLC con Estados Unidos para entrar en sintonía con las protestas campesinas y arañar un par de votos. ¿Cuál es, sin embargo, la propuesta estructurada en relaciones exteriores? Pocos saben, pues el sustento varía de acuerdo a lo que necesiten los acontecimientos y la popularidad política.
Las propuestas sobre el Ministerio de Relaciones Exteriores para el próximo cuatrienio deben ser renovadoras. Es claro que esta cartera necesita un viraje radical. Sus errores fueron evidentes y vergonzosos, y la falta de claridad no solo en la comunicación de las decisiones sino en el ejercicio de las mismas, son suficientes para que María Ángela Holguín deje el cargo por la puerta de atrás.
La Cancillería debe explorar un camino diferente al que nos acostumbró en esta última etapa con discursos incoloros. Se requiere mayor determinación con temas en los que, a pesar de la diplomacia, es necesaria la contundencia: es imposible en la geopolítica quedar siempre bien con Dios y con el diablo. Esa, al menos, debería estar entre las promesas de esta campaña llena de pirotecnia y falta de sustancia.
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