Por primera vez en 30 años, el Gobierno consiguió un acuerdo con la guerrilla en medio de una negociación. Histórico. Y no sobre cualquier tema. No. El compromiso es sobre uno de los elementos que la guerrilla siempre ha incluido en sus confusos discursos como una de las razones esenciales para justificar las armas en contra del Estado: la tierra.
Hoy, el presidente Juan Manuel Santos tiene el primer acuerdo sustancial sobre el tema agrario con los enemigos, lo que envía una señal esperanzadora sobre el futuro de esta negociación de paz. Sin duda.
Y en buena hora. Las ráfagas de la oposición que venían castigando tanto la falta de resultados y el hermetismo del proceso que ya cumple seis meses en la reserva y confidencialidad, ponía en urgencia la entrega de un resultado para reunir de nuevo a la sociedad a apoyar este tema. Y llegó.
No para caer en triunfalismos equivocados. Ni tampoco para hacer pensar que cada seis meses se debe alcanzar un acuerdo sobre otro punto fundamental, ya que eso establecería la necesidad de una larguísima negociación de unos tres años.
No. Sino para probar que hablando se entiende la gente, incluso la guerrilla y el gobierno. Y que, a diferencia de lo que establecen las voces del uribismo, sí se puede llegar a una solución dialogada con los enemigos sin regalar el país.
El agro es la justificación histórica de las Farc. Y su discurso quedado en el tiempo sobre esta materia hacía casi imposible conciliar sus posiciones con lo que el Gobierno podía proponer en la actualidad para resguardar el desarrollo económico e industrial, y a la vez proteger el eslabón más frágil de la cadena: el campesino, que la guerrilla dice defender.
Y aunque se logró, el diablo está en los detalles. La letra menuda del acuerdo es extensa y compleja. Indudablemente será más complejo ponerlo en la práctica de lo que fue acordarlo, y no se harán esperar las voces de la oposición atacando esto por sentir que el acuerdo afecta el futuro político de sus movimientos. Seguramente así es.
Ahora bien, según lo que explicaron ambas partes, estos puntos apuntan a crear los instrumentos para solucionar los problemas estructurales del atraso del campo que han alimentado la desigualdad. ¿Quién no puede estar de acuerdo con eso?
Es clara la trascendencia que el agro tiene en el conflicto y habrá de tener en el posconflicto. Sin embargo, en la práctica, lo que sobre este tema se acordó no va a definir, finalmente, si este es un proceso exitoso, o no.
La preocupación central que mueve la discusión frente al proceso de paz es el siguiente, que es la participación política, y la manera como las Farc podrán pasar de las balas a la política.
Eso dentro de las garantías y limitaciones jurídicas para poder hacerlo, determinando el alcance de la justicia y cerrando el debate sobre las penas o el perdón y la reconciliación.
Un tema espinoso. Y por eso la sociedad debe acompañar de nuevo este proceso, para facilitar un acuerdo sobre esa materia, ahora con la prueba que sí se pueden poner de acuerdo y, ojalá, llegar al fin de esta guerra por medio del diálogo.
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