Estación Desorden, en la que se luce el cuadro de El Jardín de las Delicias, de Hieronimus Bosch (conocido como el Bosco) que representa el infierno, pero no al que se va a ir sino el que se vive y se publicita a diario, como si vivir mal (sentirse mal, hacer el mal) fuera una condición necesaria de los tiempos que corren.
Y en este juego de ser menos morales y más peligrosos, la gente (y yo soy parte de la gente) se estresa, se confunde, pierde la noción de la espacialidad y la del otro, se da a los vicios electrónicos y hasta cree que el mundo se va a acabar porque un aburrido lo dice.
Y en esa estación (situación), que podría llamarse también Caos, la inteligencia construida en siglos se pierde en un momento y entonces operamos como máquinas obsesivas y autistas que cambian la posibilidad de virtud (estar en capacidad noble de) por más vicios y estados de crisis.
Creo que Hobbes y el marqués de Sade estarían en lo suyo.
Los pecados capitales (de caput-capitis-cabeza), son aquellos que son el origen de otros pecados, entendiendo por pecado lo que atenta contra la dignidad humana, es decir, lo que destruye la relación yo-tú-nosotros.
La lujuria, por ejemplo, ya no es una mera pulsión sino el deseo sexual desmedido sin que importe el género, la especie o el objeto.
La codicia-avaricia, convierte el dinero en pasión y fin; la gula lleva al consumo irracional de lo innecesario; la pereza, legitima el parasitismo; la ira, es intolerancia y la incapacidad; la envidia, lo vuelve a uno un miserable porque lo bueno lo tiene siempre el otro; la soberbia, es creerse más que los demás, olvidando que uno solo es incapaz de abastecerse de todo lo que necesita.
Y siguen los delirios, los famosos y las desmesuras.
Estos pecados capitales, que hoy se lucen como trofeos y los medios le hacen el corifeo (hay que ver la tele y la radio), se establecieron como ejemplos de lo que fue la caída de Roma. Pero todo parece indicar que Roma (llámese como se llame ahora) cae cada tanto, que el karma de Occidente (que hoy hereda Oriente) es construir y destruir con rabia, que esto de ser animales rabiosos y crueles es una nostalgia de cuando éramos bacterias (como dicen las teorías evolucionistas) que se comían unas a otras en la más completa ignorancia, solo satisfaciendo lo inmediato y eructando. Y volviendo a tener hambre. Si los extraterrestres (en el caso de que existan) llevan un registro de lo que somos, deben estar asustados. Y por eso no vienen, evitando que se les pegue algo.
Acotación: La moral no es un asunto para irse al cielo sino para vivir con bien en la tierra, que es la única oportunidad de bienestar. Esto lo tuvo claro Aristóteles cuando escribió la Moral a Eudemo y La gran moral. Es claro: el diablo lo criamos nosotros, no hay que buscarlo en otra parte. Está ahí, pecando.
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