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Un manual para seguir jugando

GOLOSA, YEIMI, CHUCHAy ¿Lobo está? son algunos de los juegos tradicionales que busca rescatar del olvido la investigación Al ritmo del juego, un manual para volver a soñar con yoyos, bolas de cristal y farolitos voladores.

  • Un manual para seguir jugando | Archivo
    Un manual para seguir jugando | Archivo
03 de enero de 2012
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Jugar es aprender. Lo saben de sobra expertos en pedagogía, pero también los saben bien los niños.

Con la curiosidad de quienes todo lo exploran, incontables juegos infantiles parecen responder a un software incorporado en el ser humano.

De seguro Adán y Eva habrán tomado como muy buena la idea de matar el aburrimiento jugando al escondidijo, ocultándose y encontrándose. De esto último, cada uno de nosotros es la prueba... y seguimos jugando.

Pero si acaso falla esa capacidad de saber cómo jugar que se ha legado desde los primeros hombres, está la investigación Al ritmo del juego de Edwin Humberto Muñetón.

Se trata de una recopilación de algunos de los más tradicionales juegos infantiles de Antioquia. ¿Quién en su infancia no jugó trompo, yoyo o chucha?

Más recientemente, calles pedregosas en todo Medellín sirvieron de cancha oficial de Yeimi, donde se paseaba Don Federico o se construía un puente quebrado y curado con cáscara de huevo.

La cartilla publicada en internet por la Universidad de Antioquia "es una antología de juegos y rondas tradicionales que ha sido preparada para reforzar el trabajo educativo del profesor", señala el autor.

Parte de esta publicación académica se originó en la Escuela Baltazar Salazar de Rionegro. Niños de quinto de primaria sirvieron de fuente para establecer las reglas de este tipo de juegos.

En el gato y el ratón, por ejemplo, los niños recordaron que el felino mañoso le dice a su presa: "A que te cojo ratón". El ratón, que no es bobo, le responde: "a que no gato ladrón". ¿Lo recuerdan?

-Hagamos una apuesta y un chicharrón -replica el gato.

-Listo -responde el ratón.

-¿A qué horas?

Tal vez jamás se sepa por qué en este juego el reloj de Matusalén da las horas siempre bien. Lo que sí se sabrá, gracias a la investigación de Muñetón, es que en esta época hubo niños que por momentos se creían ratones, a ratos gatos.

Algunos felinos atrapaban a sus presas y otros simplemente tenían que escuchar un coro cantando: "Ese gato no sirvió, ese gato no sirvió...".

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