A lo mejor, quienes esperaban una relación más pacífica entre el expresidente Álvaro Uribe y su sucesor, Juan Manuel Santos, no tuvieron en cuenta en su justa medida, el estilo y talante de ambos. Ni la turbulenta historia nacional de las relaciones entre gobernantes y sus predecesores. Y con los resultados de las elecciones sobre la mesa, no extraña que se agudicen las diferencias. Unos atribuyen la votación de La U al "santismo", mientras otros reivindican el imán del liderazgo uribista.
El expresidente intenta llamar al orden a los de La U. Pero él y Santos saben, mejor que nadie, que es al presidente en ejercicio a quien de verdad le marchan los parlamentarios. Eso no es nuevo.
La irritación de Uribe no encuentra, por ahora, correspondencia en Santos. Éste, con sus actos, grita independencia. Uribe, en tanto, lucha sin cesiones por mantener vivo su legado.
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