Cuando en una instalación eléctrica se produce una sobrecarga de energía, el fusible cumple el papel para el que fue diseñado, se quema para evitar daños que afecten la integridad de la red. En la práctica debería suceder lo mismo en los gobiernos: cuando sobrevengan picos de crisis, los ministros o altos funcionarios deberían salir a los medios para defender la estabilidad del presidente y sus políticas. Y si se han de quemar, pues esa es una de sus funciones.
En Colombia ocurre exactamente lo contrario, cuando hay alguna situación difícil de sortear, es el presidente Álvaro Uribe el que sale a los medios a defender a sus ministros y asume la carga negativa que eso implica.
Con la excepción del ministro de Agricultura Andrés Felipe Arias, que ha defendido al Presidente en varios temas como el No al Despeje y la petición al Banco de la República para que baje las tasas de interés; da tristeza ver las ruedas de prensa que se convocan en el Palacio de Nariño en las que mientras Uribe asume el costo de los errores o el desgaste político de esta administración, sus subalternos están un paso más atrás con la manos cruzadas y la mirada perdida. Este ha sido un gobierno de acciones polémicas y para haber sobrevivido con los índices de popularidad que tiene, ha sido necesario asumir la defensa de muchas situaciones delicadas que minan la reputación del Mandatario, sin que haya adentro otros que le pongan el pecho.
Los repetidos paros laborales, las protestas de los indígenas, el uso de los emblemas de la Cruz Roja, Telesur y Ecuavisa en la Operación Jaque, entre otros; han sido justificados, no por el ministro o funcionario que debería haberlo hecho sino por quien puede asumir la sobrecarga sin quemarse, el Presidente. Con un agravante mayor que pone en el ojo del huracán a Uribe permanentemente: gracias a que él viene asumiendo esas descargas, las fuerzas sociales no aceptan otro interlocutor en el gobierno que no sea el mismo Presidente.
De alguna manera la inmensa popularidad con la que contó Ronald Reagan en los Estados Unidos estuvo ligada a que los norteamericanos nunca lo relacionaron a él directamente con los problemas de su país. En todas las encuestas culpaban a los funcionarios responsables de las áreas en desgracia, mientras el Presidente mantenía el capital político necesario para atravesar una de las épocas más difíciles de los años recientes. Reagan dejó la presidencia con el mayor déficit de toda la historia, pero nunca se asoció como el causante.
Bastante daño le hace a un gobierno con dos años por delante (¿o seis?) tener ministros y funcionarios que no asumen sus errores escudados en la popularidad del Presidente.
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