Las imágenes del linchamiento son espantosas y recuerdan lo peor de la humanidad. Personas que aprovechan el relativo anonimato de la multitud para atacar con objetos contundentes, gente indiferente a la violencia, que incluso sale en las fotos sonriendo ante el bochornoso espectáculo. Otros que se suman a la humillación y posterior asesinato, como si se tratara de una macabra fiesta. Así fueron los últimos instantes de vida del argentino Emanuel Balbo (22 años), quien murió arrojado a una escalera desde una altura mayor a cinco metros.
La indignación en el país es generalizada, tras dos días del nefasto clásico entre Belgrano y Talleres, en el estadio Mario Alberto Kempes de Córdoba. Pero también hay una resignación peligrosa: parece que se verá lo acostumbrado en estos crímenes, impunidad.
“Murió el fútbol”, titula Olé, diario deportivo del país. El periodista Juan Pablo Varsky augura en La Nación que habrá “indignación, intensa y efímera. En unos días, todo vuelve a la normalidad”.
Ya hay cinco detenidos por el hecho, entre ellos el presunto instigador, Óscar “Sapo” Gómez, quien se entregó en las últimas horas. Este personaje está implicado en el asesinato de Agustín Balbo, hermano de Emanuel, en 2012. Agustín caminaba por las calles de Córdoba cuando el carro en que iba Gómez, que hacía carreras ilegales, lo atropelló. Ahora, según denunció el padre, Raúl Balbo, hubo un ensañamiento contra su familia.
“Emanuel vivía eso con rencor, por la falta de justicia, pero no hacía nada. Esperaba, como todos nosotros. Lo tiraron desde cinco metros. Tuvo tanta mala suerte que se cruzó con Óscar Gómez, que mató a su hermano hace cuatro años. Gómez, en lugar de pararse como hombre, empezó a gritar que Emanuel era hincha de Talleres y ahí otros hinchas de Belgrano empezaron a golpearlo”, afirmó.