Los gritos y el fuego no se sofocaron ni el martes, ni el miércoles, ni el jueves, ni el viernes. Mineápolis siguió ardiendo en ira después de ver el lunes en redes sociales cómo la vida de George Floyd, un estadounidense de 46 años de edad de origen afroamericano, se apagaba bajo la rodilla de Derek Chauvin, un agente de Policía que lo redujo por sospechar que había falsificado un billete.
Patrullas de Policía atacadas, locales comerciales asaltados y el incendio de la comisaría en la que trabajaban los agentes involucrados empezaron a conformar un estallido social que continúa. Pero... ¿de dónde proviene tanta ira? Los datos que dan cuenta de las prácticas racistas que persisten en Estados Unidos ayudan a resolver la pregunta.
El Informe Mundial 2020 de Human Rights Watch, recién publicado, indica que en el país norteamericano se sigue justificando el ejercicio de una vigilancia más agresiva en las comunidades minoritarias, usualmente pobres como las afrodescendientes, bajo la premisa de que la pobreza se cruza con el crimen.
El documento cita cifras del Washington Post que registran que, a mediados de noviembre de 2019, agentes de Policía en EE. UU. habían presuntamente disparado y matado a 783 personas en lo corrido de ese año y que, de los muertos cuya raza era reconocida, el 20 % eran afroamericanos, mientras la población negra de Estados Unidos es apenas un 13 % del total.
“En 2019 creció el reconocimiento de que las disparidades raciales actuales en la Policía, la justicia penal y otros aspectos de la vida estadounidense no pueden entenderse sin referencia a la esclavitud y su impacto en la sociedad”, concluye el informe.