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El Estado Islámico, un desafío militar para la civilización actual

Las derrotas en Ramadi y Palmira muestran que el mundo está lejos de acabar con este mal.

  • El Estado Islámico, un desafío militar para la civilización actual
24 de mayo de 2015
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Ramadi, una ciudad en pleno centro del territorio iraquí —100 kilómetros al oeste de Bagdad—, es el símbolo para todos los que participan directa o indirectamente del conflicto internacional que tiene lugar en dicho país y en Siria, del fracaso parcial de la estrategia de bombardeos contra el Estado Islámico.

La otra cara de la moneda es la milenaria ciudad de Palmira, en medio del desierto sirio. Más de 4.000 años de historia están en peligro porque los terroristas, que la controlan, adelantan una campaña de saqueo y destrucción de todo vestigio de civilizaciones antiguas, que predicaban un credo distinto a su radical visión del Islam.

Ambas caras muestran, para expertos consultados por EL COLOMBIANO, una realidad: que el EI resistió a nueve meses de bombardeos de E.U y su coalición de aliados, y en dichos frentes se muestra ahora fortalecido, tras un primer momento en que se vio obligado a una ligera retirada.

Años que fortalecen

“No creo que estemos perdiendo la lucha”, reitera Obama en sus alocuciones, ante las numerosas críticas que esta recibiendo en Washington la moderada postura estadounidense frente al terror.

La historia transcurre por vías complejas, y lo que es hoy el mayor grupo terrorista que el mundo ha conocido, era hace una década, para gobiernos y expertos, un pequeño grupo de yihadistas dependiente de un Al Qaeda en Irak que sufría derrota tras derrota.

Fundada en 2002 por el jordano Abu Musab al Zarqaui, la Organización para el Monoteísmo y la Yihad” (Yamaʕat al-TawhId wal-Yihad, JTJ), se proponía en principio derrocar al Rey Abdullah II. Pronto estableció redes en un país vecino, Irak. El 20 de marzo de 2003 los estadounidenses iniciaron la invasión al país, y el grupo ya formaba parte de las fuerzas yihadistas que pregonaban una guerra contra la potencia. Tanto así que el 17 de octubre de 2004 la estructura se integró a Al Qaeda.

De correos que interceptó la inteligencia de E.U. a Zarqaui en esa época, se pueden identificar los primeros indicios que llevarían a su accionar y objetivo actual: ampliar la lucha a países vecinos y establecer un califato internacional regido por la sharía (ley islámica). Por eso los atentados de Sharm el-Sheij del 23 de julio de 2005 en Egipto, que dejaron 90 muertos y 150 heridos, una barbaridad que puso en evidencia que la estructura no iba a escatimar en sangre para lograr sus metas.

Pero Zarqaui no pudo celebrar por mucho tiempo la impunidad de sus acciones. En 2006, tras la ola de atentados en Bagdad, E.U. reforzó su estrategia contra el terror. El 7 de julio fue dado de baja el extremista en una operación.

En mayo de 2007, informes de inteligencia alertaban sobre planes del yihadismo de establecer un Estado bajo la sharía una vez E.U. se retirara del país. Efectivamente, ya a inicios de año el líder de Al Qaeda en Irak, Abu al Masri, nombró a Abdullah al Baghdadi líder de la nueva estructura tras la muerte de Zarqaui, el Estado Islámico de Irak.

Los inicios del EI no fueron los esperados por los terroristas, sufriendo en tres años duros golpes en las regiones de Diyala, Al Anbar y Nínive, con su capital, Mosul, como uno de los últimos lugares donde fueron expulsados. Ya en 2010, el grupo era descrito por la inteligencia estadounidense como una “banda criminal mafiosa”, en especial tras haber abatido en operativo a Al Masri y Al Baghdadi el 18 de abril.

E.U. vio al grupo acabado, pero la coyuntura cambió rápidamente. El 15 de marzo de 2011 estalla la guerra civil en la vecina Siria. Desde entonces, bajo el mando del nuevo líder, Abu Bakr Al Baghdadi, el EI se fortaleció aprovechando el vacío de poder en la zona.

“El Estado Islámico aprovechó la coyuntura de la guerra civil en Siria y la falta de presencia estatal en Irak para fortalecerse. Pero además interpretó la situación internacional con habilidad”, dijo a EL COLOMBIANO Enrique Serrano, docente de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.

“EI interpretó muy bien el panorama porque vio que no solo podía crecer sino que podía retener un territorio en varios países, algo que un grupo de estas características no había logrado. También implementó una propaganda que ayudó a que aumentara de unos pocos adeptos hasta 100.000, y reforzó su cooperación con grupos insurgentes del mundo”, dijo.

“Esa internacionalización de su lucha, y ese hiperterrorismo, es un fenómeno nuevo, y el EI es el que más se beneficia de eso”, concluyó.

Fondos y propaganda

Más allá de cómo el grupo yihadista logró aprovechar la coyuntura histórica a su favor para pasar de una banda de criminales a la organización terrorista más poderosa de la actualidad, cabe preguntar ¿cuáles son las fortalezas que tiene, y que ni Occidente ni los gobiernos locales logran abordar completamente?

“Es un enemigo híbrido. Es terrorista, guerrillero, pero intenta legitimarse como un Ejército. Tiene tres centros de gravedad: primero la territorialidad, y que detenta una zona; algo que por tanto le da capacidad de transmitir su ideología y dogmatismo a personas de las clases sociales más bajas; por último tiene capacidad financiera por fondos petroleros. Esos tres factores le dan la posibilidad de sostener en el tiempo su maquinaria militar y su poder”, explicó a este diario Germán Sahid, internacionalista y experto en temas de seguridad global.

El Imam Julián Zapata, cofundador del Centro Cultural Islámico de Colombia, coincidió. “La fortaleza de este grupo no solo es su estructura, sino que es apoyado por jeques petroleros salafistas de las naciones sauditas, algo que Occidente no puede aún impedir por temor a deteriorar sus relaciones con los países del Golfo Pérsico”, argumentó.

Con los fondos, el grupo también se ha dedicado a elaborar un notable aparato propagandístico en impreso (la revista Dabiq), audiovisual y en redes para hacer proselitismo e incluso ganar adeptos fuera de fronteras. Así el 25 por ciento de los combatientes del EI provienen del extranjero. Esto es, alrededor de 25.000 milicianos.

“Se benefician de las redes sociales, con esa mezcla de formalidad e informalidad, como un arma perfecta para llegarle a cualquier persona en el mundo proclive a caer en esas ideas. Las saca del aislamiento, y de a poco las recluta y las lleva al frente. Así se puede comprender también el avance de un grupo que tras cometer semejantes barbaridades sigue existiendo”, añadió Serrano.

Trampas geopolíticas

Mientras tanto, Ramadi es muestra al mundo de que la estrategia contra el terror no está dando resultado. ¿Qué debe hacer la coalición para dar fin a la barbarie que detenta ya la mitad del territorio sirio? Víctor de Currea-Lugo, experto en Medio Oriente, consideró que “mientras que E.U. y sus aliados sigan con un enfoque erróneo, no hay forma de detener al EI. La esperanza pasa más por los kurdos y los iraníes. Lo más probable es que no haya una intervención directa de Occidente”.

“Pareciera que E.U. ha querido dejar que el problema se mantenga por ahora, en el pivote geopolítico que es Medio Oriente, y debilite a enemigos como el régimen de Asad. Las consecuencias de esto se están viendo ahora, infortunadamente”, dijo por su parte Sahid.

Lo cierto es que sin voluntad real de las naciones, sin un papel directo en la zona, y creyendo que el tema no atañe a naciones distantes, el EI podrá probablemente seguir su curso destructiv.o

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