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La prevista gira del presidente estadounidense, Barack Obama, a Cuba, se hará realidad en un plazo más corto del que se pensaba. La Habana verá al Nobel de Paz (2009) el próximo 21 y 22 de marzo, donde confirmará, con su presencia en sitios como la Plaza de la Revolución —otrora considerada inalcanzable para cualquier mandatario de la potencia—, que el último iceberg en pie de la Guerra Fría ya se derritió en su mitad.
“El próximo mes viajaré a Cuba para promover el progreso y los esfuerzos que pueden mejorar la vida de los cubanos”, dijo Obama en su cuenta oficial de Twitter. La idea también es esa, llevar luces de libertad y democracia a un pueblo que las necesita con urgencia, para que el deshielo sea un logro de ambos países. Será, por lo demás, el primer mandatario estadounidense en ejercicio que visita la isla en 88 años.
Lo de su viaje ya se sabía desde que el legendario grupo cubano Buena Vista Social Club —que en otros años llegó a ser vetado de entrar a EE.UU.— visitara en octubre de 2015 la Casa Blanca, con lo cual aportó sones y boleros a la banda sonora de ese proceso de derribo del “muro del Caribe”.
“Estoy dispuesto a volver a actuar ante Obama, ya en la isla, si hace realidad su deseo de visitar Cuba antes de dejar la Presidencia”, decía por entonces el laudista Barbarito Torres, al diario El País de España.
Se intuía y se esperaba su visita, pero marzo parece haber tomado por sorpresa a muchos. ¿Cómo interpretar el paso tomado por Obama en términos de política exterior, e incluso de política interna? EL COLOMBIANO consultó con expertos sobre estos asuntos.
Para Julio Londoño Paredes, exembajador de Colombia en Cuba, excanciller (1986 - 1990), y docente de la Universidad del Rosario, el hecho tiene un significado fundamental.
“La gira del presidente de EE.UU. a la isla es un hito en la política exterior de la potencia, por una parte, y también en las relaciones entre ambos países, restablecidas desde hace algún tiempo. Es casi la culminación de los esfuerzos que ha hecho Obama en este sentido”, afirmó.
Patricio Navia, politólogo y docente de la Universidad de Nueva York (NYU), enfatizó en la necesidad que tiene el mandatario de asegurar su legado internacional, e incluso interno, con el caso cubano.
“Obama está tratando en este tiempo de cumplir sus últimas promesas para afianzar su legado. Una de sus promesas pendientes es cerrar Guantánamo. Eso fue algo que él prometió en 2008 y lo reiteró en 2012. Probablemente va a hacer un esfuerzo para cerrar esa cárcel, y para eso necesita la colaboración del gobierno cubano. Necesita además lograr una transición que sea lo suficientemente ordenada para dar fin a Guantánamo, sin enfrentar demasiadas críticas en E.U”, explicó.
Para Navia, no está muy claro si el Congreso estadounidense podría entorpecer este cometido, tal como ha acostumbrado en años de reformas truncadas o salvadas de la administración Obama.
“Depende de la forma en que el Ejecutivo intente cerrar Guantánamo. Hay mecanismos con los que puede saltarse el Legislativo, pero creo que todo terminará en la Corte Suprema. Allí, ante la muerte de Antonin Scalia, en este momento vería empate entre los magistrados, pero necesita en cualquier caso evitar que sus esfuerzos sean bloqueados en esa última instancia”, dijo.
Visitar un lugar que ha sido satanizado durante décadas en la opinión pública estadounidense, podría en principio hacer pensar a muchos que Obama afectaría la imagen del Partido Demócrata, en plena campaña de quienes aspiran a sucederlo para el periodo 2016 - 2020.
Navia no ve posibles consecuencias sobre la disputa electoral: “En general, la gente que ya critica a Obama por su acercamiento con Cuba ya están definidos y no van a votar por los demócratas. La discusión no gira tampoco en torno al actual mandatario, sino a las fortalezas y debilidades de cada uno de los candidatos”.
En este sentido, por mucha crítica que pudiera generar su visita, en especial en sectores republicanos, esta no cambiará una campaña que se enfoca en otros asuntos.