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El Concurso de Elección y Coronación de Señorita Venezuela produjo un escándalo del que ya están hablando muchos.
Tal Abbady, una escritora que vive en Florida y trabaja como freelance en The New York Times dice que, supuestamente, las mujeres que participan en él deben prostituirse para poder costearse los gastos del certamen y que son ofrecidas como acompañantes sexuales a patrocinadores ricos.
Ella narra en primera persona lo mucho que ha significado el reinado para los venezolanos. Por esto, no es casual que hayan tenido siete Miss Universo en la historia del certamen orbital, cifra apenas superada por la de Estados Unidos.
Cita a Ibéyise Pacheco, periodista y autora de una novela basada en el cruce entre los concursos de belleza, la prostitución y la corrupción gubernamental, quien sostiene haber hablado “con exparticipantes que variaban entre las dispuestas a participar en estos tratos sexuales hasta aquellas que ‘prácticamente eran esclavas’”.
También al periódico El País, que denunció a socios y funcionarios de la petrolera estatal Pdvsa vinculados con lavado de activos. A uno de estos sujetos lo asociaron con una concursante que consignó un millón de dólares en un banco de Andorra.
Osmel Sousa, presidente de la Organización Miss Venezuela por casi cuarenta años, está en la mira de las investigaciones, porque algunas exconcursantes han dicho que él las presionaba para que acompañaran a políticos o empresarios, a cambio de dinero con el cual financiar sus participaciones en eventos.
Sousa renunció en febrero de este año. En una noticia publicada por los medios venezolanos hace dos días, dijo que nunca se enteró de ningún escándalo. Mejor dicho, de nada que fuera “en contra de la ética del certamen”. Que si alguna “niña” se quería “contaminar”, lo hacía por fuera. Y que jamás de enteró de nada.
Conocido como el “zar de la belleza”, Sousa dijo sentirse feliz por haber renunciado y que escribirá un libro con esa experiencia de cuatro decenios al frente del certamen.
Volviendo a la nota de Tal Abbady, en ella menciona a una concursante de 1989, Patricia Velásquez, quien publicó un libro autobiográfico en 2015.
En él revela que quería ganar el reinado para comprarle una casa a su familia, porque vivían en un edificio en ruinas en el que pocas veces había agua. Y pronto entendió que debía usar sus “dones” físicos si quería encontrar patrocinador.
De modo, pues, que según este último dato, el concurso de belleza de Venezuela, denominado “la fábrica de reinas”, ha traído sus asuntos turbios desde hace tiempos.
Sin embargo, Jonathan Blum, presidente de Cisneros Media, empresa propietaria de la franquicia encargada de realizar el reinado, defendió el certamen en declaraciones para Univisión América Latina hace cuatro días.
Dijo: “Por más de 40 años, la Organización Miss Venezuela se ha enfocado en la formación de talento con belleza interna y externa, capaz de competir con éxito en cualquier escenario nacional e internacional, contribuyendo así al empoderamiento de la mujer venezolana. La Organización nunca ha consentido ni aceptará ningún acto que perjudique de forma alguna su reputación y la de sus participantes”.
El escándalo seguirá, sin duda, en los próximos días. Y no es para menos, porque en 67 años del reinado de Venezuela han salido, además de siete miss universos, reconocidas modelos y presentadoras, candidatas a la presidencia, alcaldesas y gobernadoras.