Uno trabajó con Clint Eastwood. Otros actuaron en El planeta de los simios y uno más era un favorito de Michael Jackson. A ellos se sumó hace poco una argentina, Sandra, que ganó un caso judicial sin precedentes.
Son los 53 chimpancés y orangutanes que están a salvo en un santuario único en el centro de Florida.
Todos estos grandes simios fueron criados por humanos y no tienen las habilidades básicas para sobrevivir en un hábitat salvaje. No sabrían proveerse de alimento y las madres son incapaces de ocuparse de sus crías.
Por eso, cuando la industria del entretenimiento o la ciencia ya no los necesitan, o cuando las extravagantes personas que los compraron como mascotas ya no pueden mantenerlos, no tienen adónde ir.
Los que son afortunados hacen un último viaje a este oasis llamado Centro para Grandes Simios (CGA, en inglés) en Florida, en el sureste de Estados Unidos.
Es el único santuario para orangutanes acreditado en Occidente y uno de los nueve santuarios para chimpancés en Norteamérica.
Sandra se sumó a la familia del CGA en noviembre pasado. Es una orangutana de 33 años que fue declarada en 2015 un “sujeto de derecho no humano” por la justicia argentina, que ordenó su liberación del zoológico donde vivía. Tras el histórico fallo, fue enviada a esta reserva para que superara su depresión.
Ahora es la niña mimada del lugar. “Juega mucho, le está yendo muy bien”, dijo la fundadora del CGA, Patti Ragan. “Está conociendo a varios orangutanes y creo que el que más le interesa es un macho llamado Jethro. Espero que eso funcione”.
Allí también vive Popi, una orangutana de 48 años que interpretó a los ocho a la novia del orangután de Clint Eastwood en dos clásicos del cine, Every Which Way but Loose y la secuela Any Which Way You Can.
Acabó actuando en Las Vegas, hasta que una cámara oculta descubrió que su entrenador la maltrataba.
También están Jacob y Jonah, dos mellizos de 23 años que actuaron en la versión de El planeta de los simios de 2001. Y Bubbles, el adorado chimpancé de Michael Jackson, que ahora es un gigantón de 37 años y el macho dominante de su grupo. Y Tango, una orangutana cuyo rostro adornó durante años la caja de una bebida naranja llamada Tang.
“Tenemos muchas celebridades simias del entretenimiento aquí”, dijo Ragan a la AFP.
Pero no todos son estrellas de Hollywood. Otros trabajaron en circos, vivieron en laboratorios o fueron vendidos en el mercado de mascotas exóticas cuando eran bebés.
Algunos terminaron en pequeñas jaulas, en garajes, porque cuando se hacen adultos se vuelven muy fuertes y son difíciles de controlar.