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Brasil abre la COP30: la cumbre que pondrá a prueba la promesa del Acuerdo de París

Con casi 200 países reunidos y la Amazonía como escenario, la COP30 busca transformar los compromisos climáticos en resultados concretos, en un año marcado por récords de temperatura y crisis ambientales en todo el planeta.

  • La COP30 marca un punto decisivo para el planeta porque los países deben transformar años de promesas en acciones reales para contener el calentamiento global y proteger la Amazonía. FOTO Juan Antonio Sánchez
    La COP30 marca un punto decisivo para el planeta porque los países deben transformar años de promesas en acciones reales para contener el calentamiento global y proteger la Amazonía. FOTO Juan Antonio Sánchez
  • El presidente Luiz Inácio Lula da Silva inauguró la COP30 en Belém con un llamado a convertir las promesas climáticas en acciones concretas. FOTO AFP
    El presidente Luiz Inácio Lula da Silva inauguró la COP30 en Belém con un llamado a convertir las promesas climáticas en acciones concretas. FOTO AFP
10 de noviembre de 2025
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Belém do Pará despierta cubierta de vapor. El aire huele a río y a selva, y el murmullo del Amazonas se mezcla con las sirenas, las consignas y los pasos de miles de delegados que llegan a la ciudad para decidir el rumbo del planeta, pues desde hoy, el corazón verde de Brasil se convierte en el epicentro de la política climática mundial, al ser la sede de la COP30, la conferencia que Luiz Inácio Lula da Silva llamó “la COP de la verdad”, y que empieza en medio de una urgencia palpable: demostrar si el mundo aún puede cumplir su palabra o si la Amazonía será, otra vez, testigo del desencuentro entre la ciencia y la voluntad política.

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En la apertura, Lula habló con contundencia. “Estamos yendo en la dirección correcta, pero a la velocidad equivocada”, dijo ante los delegados de casi 200 países reunidos. Y buscó en su discurso convertir a la Amazonía en emblema de acción y no solo de diagnóstico: “El bioma más diverso de la Tierra es hogar, economía, cultura y vida. Traer la COP al corazón de la Amazonía ha sido una tarea ardua, pero necesaria”. Con esas palabras, el presidente estableció la ambición de la cumbre: pasar del compromiso a la implementación, de las promesas a las decisiones.

Esta edición llega cargada de simbolismo y presión política. Es la primera después del Balance Global del Acuerdo de París, el examen colectivo que confirmó que las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional —los planes climáticos que cada país debe actualizar en 2025— no bastan para mantener el calentamiento global bajo el umbral de 1,5 °C. “El cambio climático ya no es una amenaza futura, es una tragedia del presente”, advirtió Lula, evocando las inundaciones en el sur de Brasil y el huracán Melissa en el Caribe. En su visión, esta COP debe marcar “la década de la implementación”, una etapa que exija responsabilidades concretas.

La COP30 se ha descrito como la cumbre de la adaptación. En ella se busca definir cómo los países transformarán sus planes en acciones medibles y financiables. “Garantizar que la COP30 sea la conferencia de la adaptación requiere del compromiso de los líderes”, señaló Pilar Bueno, investigadora y directora de Argentina 1.5, al recordar el desfase entre las promesas políticas y los recursos disponibles. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, los países en desarrollo necesitarán más de 310.000 millones de dólares anuales para 2035 solo para adaptarse, una cifra doce veces superior a los fondos actuales.

El secretario ejecutivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, Simon Stiell, dio a la cumbre un tono de urgencia y cooperación. “Ya hemos acordado que vamos a alejarnos de los combustibles fósiles. Ahora es el momento de centrarnos en cómo hacerlo de forma justa y ordenada”, expresó. También advirtió que las energías renovables ya superan al carbón como principal fuente de energía en el mundo, pero que la transición no será real sin mecanismos justos para los países más vulnerables. “La COP debe funcionar como la desembocadura del río más grande del mundo, impulsada por la cooperación y por el coraje”, dijo.

El presidente Luiz Inácio Lula da Silva inauguró la COP30 en Belém con un llamado a convertir las promesas climáticas en acciones concretas. FOTO AFP
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva inauguró la COP30 en Belém con un llamado a convertir las promesas climáticas en acciones concretas. FOTO AFP

Desde el estrado, el presidente de la COP30, André Corrêa do Lago, reafirmó el propósito de “integrar clima, economía y desarrollo para crear empleo, reducir desigualdades y fortalecer la confianza entre las naciones”. Su llamado resume el dilema que atraviesa las negociaciones: cómo equilibrar la justicia social con la urgencia ambiental. Belém, en ese sentido, es más que una sede: es la metáfora de un planeta que busca reconciliarse con su bosque.

Las discusiones técnicas comenzaron con la habitual “lucha por la agenda”, donde cada delegación intenta que su tema gane espacio en las dos semanas de debates. Sin consenso, la conferencia no avanza. Este año, los países latinoamericanos presionan para que el financiamiento climático sea prioridad. Desde 2009, las naciones desarrolladas prometen movilizar 100.000 millones de dólares anuales; en la COP29 se actualizó la meta a 300.000 millones para 2035, todavía lejos de lo que reclaman los países del Sur Global.

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En medio de los discursos, las cifras revelan la magnitud del desafío. De los casi 200 países firmantes del Acuerdo de París, solo 79 actualizaron sus NDC el último año. América Latina llega dividida entre quienes han elevado sus compromisos —como Brasil, Chile y Colombia— y quienes aún dependen de los ingresos del petróleo o el gas. Brasil enfrenta su propia contradicción: liderar la transición energética mientras mantiene proyectos de hidrocarburos.

Fuera del recinto, las calles de Belém son un escenario paralelo. La sociedad civil marcha con un mensaje claro: no hay justicia climática sin justicia para los pueblos. El 15 de noviembre, organizaciones indígenas y movimientos sociales realizarán el Funeral de los combustibles fósiles, una intervención colectiva que simboliza el fin de la era del carbón, el gas y el petróleo. “No es que creamos que ya están muertos, sino que sabemos que tienen que desaparecer”, se lee en el obituario publicado por El País y difundido por la Alianza Potencia Energética Latinoamérica.

La tensión entre la urgencia ambiental y la economía sigue siendo el punto ciego de las negociaciones. Cada palabra en los borradores oficiales puede alterar compromisos o condicionar inversiones. “Necesitamos instituciones a la altura de la crisis que enfrentamos”, insistió Lula al proponer un Consejo Global del Clima dependiente de la Asamblea General de la ONU. Su idea busca otorgar peso político a decisiones que hoy dependen solo de la voluntad de los gobiernos.

América Latina llega con una voz múltiple. Los bloques regionales —desde el G77+China hasta AILAC y el Grupo SUR— defienden intereses distintos, pero comparten una certeza: la región no puede ser solo proveedora de materias primas en la transición energética. Debe ser protagonista de una agenda que combine desarrollo, soberanía y conservación.

Al final, Belém no solo será recordada por la magnitud del evento, sino por lo que decidan —o no decidan— quienes hoy tienen el poder de alterar el rumbo del planeta. Si esta es la COP de la verdad, también será la del espejo: el que muestre si el mundo tiene todavía la voluntad de cambiar su destino o si la Amazonía quedará como el último testigo verde de una promesa incumplida.

Preguntas sobre este artículo:

¿Qué es la COP30?

La COP30 es la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que reúne a casi 200 países para acordar acciones globales frente al calentamiento del planeta.

¿Dónde se realiza la COP30?

Se celebra en Belém do Pará, Brasil, en el corazón de la Amazonía, un lugar elegido por su importancia ecológica y simbólica para el clima mundial.

¿Por qué la COP30 es importante para el planeta?

Porque marcará si los países cumplen o no las promesas del Acuerdo de París y si se logra limitar el calentamiento global a 1,5 °C.

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