Pico y Placa Medellín
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Nos pasamos a veces de suspicaces. Tanta serie bien escrita de abogados, tantas telenovelas mal escritas de chicas de la mafia y paraísos con requisitos y, sobre todo, tanta corrupción real, nos han enseñado a ver conspiraciones en cualquier lugar y a desconfiar de las historias honestas, contadas con la franqueza del que no tiene nada que esconder. Por esa razón es un bienvenido bálsamo para el alma tener en nuestras pantallas una historia como El olivo, que no aspira a más que a hacernos pensar qué valores ancestrales, qué tradiciones hemos permitido que desaparezcan a cambio de una recompensa efímera. Y eso vale tanto para las casas antiguas que hemos dejado tumbar como si nada, como para los almuerzos familiares conversados, que languidecen...
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