viernes
7 y 9
7 y 9
Samuel castro
Crítico de cine
“La película es completamente tendenciosa. Todo está planeado, pero nada está pensado”. Esto escribía Pauline Kael, una de las críticas de cine y de las figuras culturales estadounidenses más relevantes de su tiempo, en un texto titulado “El cine actual”, publicado el 2 de diciembre de 1974 en la revista The New Yorker. Era su crítica sobre “Una mujer bajo la influencia”, de John Cassavetes. Sin embargo, en “Pienso en el final”, es una frase que dice, como si a ella se le ocurriera, uno de los dos personajes principales, que conforman una pareja de novios viajando en un día de invierno a la granja de los padres de él, en una de esas visitas que, se supone, son un paso hacia adelante en una relación.
Los críticos de cine tenemos el deber no escrito de jamás develar las sorpresas importantes de una trama, para no empobrecer la experiencia del espectador al ver la película. Se supone que debemos dejar que algunas cosas las descubra cada quien por su cuenta, aunque se espera de nosotros también que cuando ese mismo público lea lo que publicamos, encuentre ideas e interpretaciones que alumbren con nueva luz el recuerdo que tienen de la cinta. Como diría Groucho Marx cuando quería decirle a alguien que era feo, en el caso de “Pienso en el final”, haré gustoso una excepción.
Y lo haré porque siento que esta vez Charlie Kaufman se aprovechó de su propio prestigio y de la libertad creativa que Netflix se ufana de darle a ciertos autores reconocidos, especialmente cuando se acerca la temporada en que se lanzan títulos con vocación de Óscar, para filmar lo que se le dio la gana, sin preocuparse en lo más mínimo por intentar complacer un poco a las audiencias que buscan (¿buscamos?) que les cuenten una historia. Así que suelto mi interpretación (que es una entre muchas) con el fin de que, conociéndola, los que apenas se arriesgan a ver la película tengan algún tipo de guía en mente sobre lo que ven. Si usted prefiere ir solo en su viaje, es momento de dejar de leer.
Kaufman reflexiona sobre la muerte. Qué hay en la mente de una persona, de ese viejo conserje de la escuela que vemos a ratos, cuando la sombra de la muerte se acerca, cuando piensa en el final. Y lo que hay es todos sus yo, los que ha sido cuando joven y los que fue en su mediana edad; su lado femenino y su lado masculino (por eso a veces confundirán a ese par de novios que en realidad no lo son), viajando a través de la memoria a esa vieja casa en la que creció, donde todos las lecturas y las fotos y los recuerdos se mezclan, y ya no sabemos qué trauma causaron nuestros padres en nosotros, ni cuál será la mascota cuya figura conservaremos (tal vez en el gesto que nos encantaba de secarse el agua del pelaje, repetido ad infinitum), o qué vieja canción publicitaria o qué melodía de un musical que vimos alguna vez, será la tonada que cantemos antes de que nuestros huesos se enfríen. A partir de ahí, el resto de las piezas del rompecabezas las pueden armar ustedes, en esta película donde todo está pensado, pero a la que probablemente le hubiera convenido mucho tener un plan.