viernes
7 y 9
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diego londoño
@elfanfatal
¡Échale tambor carajooo!, grita Petrona, mientras los músicos, detrás suyo, le dan más fuerte y más rápido a los cueros de las tamboras, y ella, haciéndoles una venia respetuosa, da una vuelta cadenciosa acompasando su corazón, con el batir de su falda roja. Su voz es un ventarrón fuerte, de los que no deja mirar al horizonte, resuena con potencia, igual que la furia respetuosa del río en creciente, y así mismo, fue la voz de su bisabuela Carmen Silva, la de su abuela Orfelina Martínez y su tía Tomasa. Su voz es poesía de ocaso y soledad, es la vida y la magia de un sonido llamado Bullerengue. Petrona Martínez, caramba, bonito que canta. Aprendió a cantar gracias a ellas, al pie del río, golpeando la ropa con un manduco mientras la corriente precipitada no paraba de sonar. El bullerengue era la mejor excusa para acompañar las labores del hogar y de limpieza.
Ella representa el bullerengue, porque de eso está compuesto su cuerpo. De sabor, de arena, de sudor, baile, naturaleza y corazón de tambor. De vender los mangos que en temporada caían de los palos, de ofrecer cocadas en forma de canción en Malagana, San Cayetano, Mahates o Sincerín, así pasaban los días de Petrona, cantándole a la vida y a los caminos que de a poco recorría.
Le cantaba a todo, a las hojas que caían del inmenso árbol florecido, a la muerte de una comadre en el pueblo, a las fiestas inolvidables o al amor lejano que pasaba frente a sus narices. Miraba al mundo en forma de canción y gracias a eso, desprevenidamente un señor llamado Marcelino Orozco la escuchó y de repente la chica con ojos de obsidiana empezó a hacer parte de los Soneros de Gamero, pasó de los cánticos tradicionales a orillas del río, a las tarimas de su pueblo, de Colombia y el mundo.
Y así empezó la vida de la reina del bullerengue, de la diosa del ébano, cantándole a lo simple y asumiendo los latidos de su corazón, como una gran tambora que le da felicidad.
Su hermosa voz raizal, nasal, aguda y particularmente colombiana ha llegado a los escenarios más grandes del mundo en España, Dinamarca, Argentina, Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Marruecos y a estudios de grabación en París y Londres.
Los reconocimientos son innumerables, entre ellos, dos nominaciones a los premios Grammy por mejor álbum de música latina. Sin embargo, para ella, la vida es diferente, y ese cuero tensionado, esas semillas de la tierra, esos troncos sonoros y los colores sedosos de los bailes que acompañan su voz, son lo primordial.
Petrona, con su larga y hermosa historia de utopías, aún vive de la música y de los paisajes de su adorada tierra. Día a día, noche a noche, le canta a los ocasos y amaneceres de Palenquito, a diez minutos de San Basilio de Palenque, en los Montes de María, donde vive, feliz, no esperando los premios, sino la oportunidad indicada para cantarle a lo simple, a la vida que le tocó vivir.