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Por Diego Londoño
@Elfanfatal
A mediados de 1967, Discos Fuentes resolvió premiar a algunos de sus artistas con un galardón llamado El Disco de Oro. Este se concede cuando los artistas, en ese momento, vendían más de quinientas mil unidades. Esa cifra era muy elevada para esos lejanos años sesenta.
Los artistas premiados con este galardón fueron Los Golden Boys, Juan Nicolás Estela y, por supuesto, una banda importante para la historia del rock colombiano, Los Yetis. El acto de entrega fue una fiesta doble, primero en Bogotá, con programa de televisión a bordo, y luego en Medellín, en un coctel en el desaparecido Jardín Pilsen.
En ese acto de entrega hubo actuación de todas las bandas, el trofeo era un disco imitación de cuarenta y cinco revoluciones bañado en oro y con una placa detallando el número de copias vendidas y el nombre de las canciones y de la agrupación. Las canciones que se llevaron ese merecido homenaje fueron La Bamba al estilo Yetis y Shimmy Shimmy Ko Ko Bop.
Luego de tener el disco de oro, cada uno de los integrantes quería conservar el galardón por 15 días para apreciarlo, para lucirlo en sus habitaciones y que fuera así el orgullo de la familia. Así que se organizaron para turnarse y tener el disco como celebración propia.
Cuando llegó el turno de Juancho López, quien además de fundador es uno de los Yetis más traviesos y divertidos, Juan quiso chicanear con su reciente galardón y lo sacó de la casa junto con otros discos de su colección. Los llevaba para lucirlos ante un amigo que había llegado de Cali.
Al salir de casa tomó un taxi, acelerado, ansioso por ir a mostrar sus nuevos tesoros musicales y, obviamente, su más preciado disco de oro, su primer y único disco de oro. Al subir al taxi, Juancho puso el paquete con los discos y el disco de oro sobre la bandeja que queda a espaldas del pasajero, “el olvida cosas”, como dice él.
Al llegar al destino, Juancho sacó la billetera, pagó la carrera, bajó acelerado y observó al taxi marcharse entre los demás carros. A los segundos, se dio cuenta de que había olvidado su gran tesoro musical en un taxi en plena ciudad de Medellín.
Tomó sus manos, las llevó a su cabeza y se lamentó profundo en medio de la calle.
Muchos años después, Juancho López estaba en un grill llamado Guadalajara, allí se le acercó una persona diciendo que tenía el contacto del nuevo dueño del disco de oro. El Yeti se emocionó, ofreció una buena recompensa, pero al final nunca lo llamaron, nunca pasó nada y Juancho quedó toda la vida con la vergüenza no solo ante sus compañeros de banda, sino ante mucha parte del público rockero colombiano por haber sido el músico que olvidó su propio disco de oro en un taxi.
Así que de este disco solo quedó la historia, el recuerdo, las ventas y la melancolía por la pérdida. No hay fotos, no hay registro audiovisual, solo una pequeña reseña de prensa que acredita a Los Yetis como una de las agrupaciones de nueva ola con más ventas en el año 67. Lo demás, es una historia divertida.
Por eso, si usted en algún momento, en alguna prendería de Colombia encuentra un Disco de Oro otorgado a Los Yetis, escríbame, yo haré todo lo posible por comprarlo y devolverlo a una de las bandas que más felicidad le ha dado a los rockeros clásicos y contemporáneos en Colombia, Los Yetis.