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Diego Londoño
@Elfanfatal
Para los que no sabían, tenemos de regreso un espacio fundamental para narrar la música de Medellín, el Teatro Carlos Vieco Ortiz, un escenario al aire libre ubicado en las inmediaciones del Cerro Nutibara, entre la vegetación y los senderos de este cerro tutelar de Medellín. Este lugar es patrimonio, tradición, memoria, carriel, tatuaje, cabellos largos, despechos, gritos de felicidad, corazón y música antioqueña.
Durante más de cinco años fue un espacio abandonado, lleno de basura, perdido a causa del sol, el agua, el paso del tiempo y la negligencia estatal. La maleza se apoderó de sus camerinos, escalinatas, graderías y escenario. El óxido se comió cada rincón de la estructura que funcionaba como techo y hace cinco años cerró sus puertas para una remodelación que tardó hasta nuestros días, la burocracia institucional y los cambios de administración dilataron su entrega y solo hasta ahora lo podremos volver a disfrutar.
Lo que se puede cuestionar de esta mala gestión y administración ya está en el pasado, ahora nos queda celebrar la reapertura de este lugar, de esta casa de recuerdos musicales inolvidables para muchos medellinenses, recuerdos sonoros como Mederock, El Festival Internacional de Poesía, Altavoz, Feria de las Flores, Noche de la Parranda, Festival Nacional de la Trova, entre muchos otros encuentros de recuerdo imborrable donde sonó y se desarrolló la escena del rock paisa de una época importante. Allí nacieron bandas como Ekhymosis, Masacre, Marimonda, Juanita Dientes Verdes, I.R.A, Dexkoncierto, Bajo Tierra, El Pez, Tenebrarum, Athanator, Reencarnación, Frankie Ha Muerto y un sin fin de nombres que se enlistan dentro de los sonidos con distorsión. Los músicos que tuvieron la oportunidad de tocar allí lo recuerdan con nostalgia y orgullo, los que no, lo ven como un sueño por cumplir.
Ahora, vendrán los actos protocolarios, las inauguraciones con el gabinete de la Alcaldía, las fotografías, las alabanzas, los yo fui, yo hice y aplausos por méritos compartidos. Pero lo que ahora debería inquietarnos, además del uso que se le dará de acá en adelante, sería no volver a repetir la historia.
Primero, que no sea un imposible querer tocar allí, que la gestión para bandas, colectivos, festivales no sea una burocracia imposible, que se logre y se le dé uso a tantos años de ausencia. Queremos que el lugar resuene nuevamente. Y segundo, hacer veeduría ciudadana a su estado. El teatro quedó enmohecido por falta de cuidado, se dejó a merced de la naturaleza y eso lo llevó a perderse entre el sol, el agua y la falta de cuidado estatal. El mantenimiento es vital para no repetir esta historia que le costó muchos años a la música de la ciudad.
Por lo pronto a celebrar, a disfrutar de este templo de la música antioqueña, a darle vida y significado al Teatro Carlos Vieco Ortiz.